Javier Alvarez, Qué química con el público!!!

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Que de historias han pasado desde 1995. El chaval que recogía monedas de la funda de su guitarra en una estación de metro hoy ya no es ningún chaval sino un hombre que escribe desde la libertad total, cosa que a mi parecer ya lo hacia en su momento.

Esto es cultura, es emoción en estado puro.

Cuando la trivialidad musical satura nuestros sentidos, persiste, sin embargo, un espacio lateral en el tiempo. Músicos que nacieron de la nada y desaparecen por no aceptar el éxito fácil. Muchos de ellos han sido aventureros sin destino, han perecido en el camino. Sin embargo el dilema siempre va a estar en las ideas, en la escasez de novedad en un panorama desolador, por así decirlo.

Javier Álvarez no tiene nada que ver con Alejandro Sanz, ¡gracias a la música! Es el éxito y el fracaso en sus infinitas modalidades. La búsqueda de nuevos músicos hay que hacerla en las estaciones de metro, en las aceras, un laberinto donde es muy difícil encontrar la salida.

Narradores densos de la oscura realidad de la ciudad, que hacen y utilizan su música con un lenguaje propio que traduce los sentimientos y los sentidos en los nuestros. Ninguna nota, y sobre todo, ninguna palabra, puede ser desechada, nos guste o no.

Ninguno de estos cantautores se ajustan al ritmo de la industria ni a un planteamiento estricto de las discográficas, ni tan siquiera están preocupados por la repercusión de su música; para ellos tan solo es una manera de decir lo que sienten como no las puedes decir de otra manera.

«Las canciones solo valen si pueden emocionar”, para bien o para mal. Cada uno toma su camino, hay que elegir. Pocos tienen el atrevimiento de saltarse lo establecido aunque pasen inadvertidos, llegando a desnudarse en sus letras y músicas intimistas. Estos son los buenos.   

Ahora ya no hay margen para esas maniobras. Quizás la fascinación por la música de usar y tirar haya sustituido el estilismo de las canciones por el vulgar sonido actual.

La música de verdad se ha convertido en algo vulnerable. En este concierto Javier Álvarez proporciona un directo que se convierte en una experiencia inolvidable e intimidante, desde lo pop a la realidad cotidiana.

Pero los niños se convierten en hombres, hacen inventario reflejándose en su propio espejo dispuestos a hablarnos al oído, nosotros, que cada día estamos más sordos.