Irán, un viaje al corazón persa. Parte I.

Comparte

Por Ángel Fernández.

Día 1

Barajas. 12:00 AM 20 de Octubre 2015

Salir en un vuelo con destino Irán el mismo día que detienen a una mujer con intención de unirse al Estado Islámico quizá no haya sido una buena idea. Una joven fanática, dicen. El caso es que esta mañana la seguridad en el aeropuerto es desmedida hasta el punto de hacer la prueba del algodón con los medicamentos de enfermos crónicos que no salían de su asombro ante este despliegue de seguridad. Y es lo que tiene la seguridad en los aeropuertos: te denigran por tu bien.
El vuelo entre Madrid y Estambul (escala intermedia hacia Teheran) se desarrollo con normalidad. Sabiendo las limitaciones del consumo de alcohol en Iran (que se consume pero a precios desorbitados) me atreví a pedir una lata de cerveza al módico precio de 5 euros (otra de las desventajas de los vuelos lowcost) por si las moscas, nunca se sabe si puede ser la última.

Dejando aparte la parada intrascendente en Estambul, corría sobre mi estómago un cierto nerviosismo por la obtención del visado de entrada en Irán, ya sabéis, todo eso del eje del mal, lo malos que son los persas y demás. La verdad es que todo eso no tiene nada ver con la realidad. El trámite para solicitar el visado fue de lo más normal, eso sí, con la parsimonia que caracteriza a los Persas. Ni fotos, ni seguro médico, ni alojamiento. Todo correcto aparte de los jetas, los menos, que se te quieren colar para adelantar tiempo.

Teheran. 04:00 AM. 21 de octubre 2015

«Quien obra bien, lo hace en su propio provecho. Y quien obra mal, lo hace en detrimento propio». El Corán.

Fotografía: Ángel Fernández

Estas palabras del Corán definirían perfectamente la personalidad de los Iraníes. No quepa la menor duda de que cualquiera que visite Irán como turista va a tener en su mente que va a ser timado en todo momento. La realidad es otra. Con los Persas hay que negociar, siempre te van a pedir más de lo que vale. Lo que hay que hacer es buscar un precio justo a base de regatear, así de simple. Pero centrémonos en Teheran. He tenido la suerte de conocer en el mismo hall del aeropuerto a Fran (español- iraní) y a Rafa con su grupo de amigas. Fran me ha explicado en 10 minutos todo lo que tengo que saber para integrarme bien en Irán, ha mostrado el carácter hospitalario de todo Iraní dándome su numero de teléfono e invitándome a la casa de su padre, cerca del mar Caspio, para los últimos días del corto viaje. Todo un señor.

Ysfahan 09:00 AM

Después de 24 horas en vela lo único que me pedía el cuerpo era dormir. La mente me decía que tenia que salir a la calle. Ysfahan, y todo Irán, celebra estos días la Ashoura, días para conmemorar la muerte de Husain. Sobre este tema religioso explicaré más adelante lo que significa para los Chiitas y sus creencias. Es imposible entender esta sociedad si no se entienden sus creencias. Incluso, aun por mucho que me las expliquen me pierdo en un mar de incertidumbre. Como adelanto, mencionaré que he estado charlando (en perfecto castellano) dentro de la gran mezquita de Ysfahan con un Iraní de alto rango religioso durante más de dos horas, y que mañana, si Ala quiere, me invitará a conocer más de cerca todo lo relacionado con sus creencias y en cómo influyen estas en la forma de vida de la sociedad Iraní. Yo, personalmente, le he pedido que me explique también el papel tan oscuro (por ser un poco suave) de la mujer en esta sociedad. He de reconocer que se puede dialogar sobre estos temas. Lo que no sé es si esto cambiará en el futuro.

Fotografía: Ángel Fernández

Nota: esto que estáis leyendo son las impresiones que estoy teniendo día a día sobre el terreno. Dispongo de muy pocos medios, ningun ordenador y nulas conexiones a Internet. Y la calidad literaria reconozco que deja mucho que desear (lo mío es la imagen). Además para escribir algo decente habría que sentarse y documentarse en condiciones aceptables. No obstante, lo único que pretendo por medio de unas vivencias personales es quitar el estigma que tenemos los occidentales sobre el país IRAN, que al fin y al cabo lo forman personas como tú o como yo.

Día 2

Isfahan 09:00 AM. 22 de Octubre 2015

Desayuno en el Hostal después de haber recibido la llamada de Hossein Ghasemi, mi guía turisico y espiritual para hoy (tengo la impresión que no cejará en el empeño de convertirme al Chiismo como sea). He de decir que no hay ninguna prestación económica de por medio, simplemente la hospitalidad Persa y lo antes mencionado. Sabe que soy agnóstico, que no ateo. Y más vale que no mencione esta última palabra, en Irán ser ateo es mucho más peligroso que en España.

Antes que nada voy a dejar claro que pretendo ver distintas versiones del sistema social del país y creo que he tenido la suerte de contactar con las personas adecuadas, y lo mejor de todo es que la comunicación será en perfecto castellano. Hoy toca la versión del régimen, es decir, la religiosa.

Fotografía: Ángel Fernández

Salir a la calle es toparse de nuevo con la realidad de Iran. Un tráfico caótico con su consiguiente contaminación. Lo primero es buscarse un taxi aunque prefiero levantar la mano y al momento se detiene un coche con la musica a todo trapo. El conductor no entiende ni una palabra de lo que le digo pero para eso está la mimica y un billete de 20.000 riales (unos 70 céntimos de euro). Para llegar a la puerta de la mezquita principal de Isfahan, donde he quedado con Hossein, realizamos un circuito por callejuelas apenas intransitables de, cómo no, manera totalmente temeraria. Me despedí del amigo conductor con una muestra de alivio. Cabe decir que Iran tiene una de las tasas mayores de accidentes del mundo: 20.000 víctimas al año para una población de 70 millones aproximadamente.

En la puerta de la mezquita me esperaba Hossein. Decidió enseñarme la ceremonia (es necesario explicar que cualquier parecido, tanto en términos como significado, de los ritos de los chiitas con los conocidos en occidente no tienen absolutamente nada que ver) que durante todos estos días últimos de la semana se celebra por la muerte del hijo de Ali, yerno de Mahoma. Las distintas ceremonias que se celebran en todo Irán estos días consisten en recitar versos del Corán, y en especial sobre la muerte de Hossein. Presenciar esto en directo esperemos poder poner unos vídeos) te pone la piel de gallina. Es tal la convicción que me resulta difícil pensar que exista cualquier tipo de fanatismo. A mí, verlo en directo, sabiendo que muchas de esas personas desarrollan todo tipo de profesiones (desde médicos a panaderos, artesanos y clérigos, etc..) y con la pasión que ponen en ello me hace tener mis dudas. Durante todo el día he hablado de ello con varias personas con mi oposición frontal a la pena de muerte y a la absoluta discriminación de la mujer. El diálogo ha sido del todo respetuoso. Por un lado ves una bondad infinita en toda esta gente, una hospitalidad tremenda, pero sus creencias son tan básicas (y ojo, con una grandeza a la vez) que a veces puedes pensar que puede ser hasta la propia ignorancia la que les mueve. Sin embargo, cuando son capaces de pagar incluso el agua que bebes, el billete de autobús que necesitas, compartir la comida de su familia, se te rompen los esquemas. Por eso los pocos vajeros que se deciden por Irán dicen que lo mejor del viaje son su gente, que los regalos que te puedas traer de este país no tienen ni punto de comparación con los amigos que te has creado en él.

Fotografía: Ángel Fernández

Y todo esto solo después de dos días en el país. Lo que me depare el resto del viaje me lo puede confirmar, o no.

Otra de las situaciones de hoy ha sido la comida en casa de Ali, un amigo de Hossein. Todos esperaban mi llegada como si fuera alguien especial, yo me he sentido personalmente abrumado. La comida ha sido unos platos de Dizi, plato típico iraní (nada del otro mundo, por cierto). Hemos visto las noticias en la Tv del conflicto del Estado Islámico desde el punto de vista Iraní, que nada tiene que ver con el nuestro. Hasta se llega a decir que EEUU apoya a escondidas a estos descerebrados. No sé qué pensar.

Y el plato fuerte del día han sido dos historias para enmarcar (la verdad es que ha sido una suerte llegar estos días a Iran, la calle es todo un espectáculo). La primera ha sido pasearme en medio de una «procesión» en memoria de todos los mártires de la guerra que durante 8 años mantuvieron Irán e Irak.

Las lápidas de los cientos de mártires (aquí no hay muertos, son mártires convencidos que luchan por la integridad de su país, de esto doy fe) pueblan el recorrido de la «procesión’. Muchas de ellas hablan de jóvenes de 16, 17,… años.

Fotografía: Ángel Fernández

Impresiona. E impresiona porque lo que realmente le interesaba a EEUU era el petroleo, ni más ni menos. Ni Jomeini, ni los derechos humanos, ni la madre que los parió. Y eso en una sociedad con costumbres tan arraigadas, con una religión metida hasta la médula y un régimen islámico desarrollado con mano de hierro es la peor combinación posible. La segunda ha sido asistir a una ceremonia (entre mis colegas Iraníes y yo le hemos puesto este nombre para llamarlo de alguna manera) más cercana al espectáculo que la de la mañana, pero no reñida con el carácter tan trascendental que tenía para los que me rodeaban. Al final ha habido comida para todos y té, té a raudales, té por las orejas, …en estos días en Irán hay té en todas las calles, plazas, parques, etc. Lo que daría por una cerveza.

Aunque tampoco he necesitado ninguna cerveza para dar mi opinión (sin censura, o al menos eso espero) para un grupo que quiere crear una corriente diferente sobre la verdadera realidad de este país, eso sí, con una base religiosa. Ya veremos lo que opinan otras personas que lo que realmente quieren es un tipo de funcionamiento de la sociedad con valores más democráticos y menos religiosos. Es necesario puntualizar que quien gobierna realmente en Irán es el líder religioso, no el presidente del Gobierno. Parece ser que las cosas pueden ir cambiando aunque quizá se necesiten muchos años y una mayor apertura el exterior. Hay ganas pero tampoco quieren perder su esencia, y sí, también hay mucho miedo a las leyes del país.


El día ha finalizado en la estación de autobuses. He tomado uno en dirección a Shiraz, antigua capital de los persas y lugar de partida para darse un rulo por Persepolis o Naqsh-e Rostqm, por poner un ejemplo. Y en eso estoy, subido en este autobús, las dos de la mañana, escribiendo y viviendo.

Nota: La entrevista, entre comillas, que han tenido a buena fe hacerme creo que se puede, o mejor dicho, podrá visualizarse entera (más les vale que incluyan mi opinión sobre la situación de las mujeres en Irán aunque a muchas se las ve igual de felices que ellos) en www.ashouraiyan.com


Solo una cosa más. Mi carácter escéptico me hace desconfiar hasta de mí mismo pero son muchas las personas que tienen una opinión positiva similar sobre los persas.

Día 3

Shiraz. 10:00 AM 23 de Octubre 2015

Fotografía: Ángel Fernández

El viaje en el autobús a Shiraz se hizo largo, demasiado largo y con paradas intermitentes cada dos horas. Apenas se puede pegar ojo. Al ruido incesante del motor se le añade el olor de la gasolina (apagar en Irán los motores de los vehículos es un delito).

Es ya la mañana avanzada cuando llegamos a Shiraz. A estas horas la ciudad me ha parecido desierta y un poco abandonada. Es viernes, día festivo en Irán como los domingos para nosotros. Me han ofrecido varios taxis pero he preferido, para no perder la costumbre, parar al primer coche que pase. Menudo taxista, le indico dónde quiero ir, me dice que sí y se pasa todo el camino preguntando a todo el mundo pues no tiene ni idea. Es un buen tipo, como casi todos los iraníes.

Al final consigo llegar al hotel (de tres estrellas, todo un lujo para mí), y después de media hora de regateo (verídico) consigo una habitación por 120.000 rivales, unos 30 euros. El precio es algo elevado para lo que son los precios en Irán pero son ya otras 24 horas sin dormir y es necesario descansar: esta tarde, a partir de las seis, se celebra un acontecimiento que muy pocos occidentales pueden llegar a ver, el día previo a la celebración de la Ashoura de Hussein.

Sobre las tres de la tarde me levanto, salgo del Hotel (Eran Hotel, recomendable) y camino hacia el mausoleo de Shah Cherah. En el trayecto soy invitado repetidamente a té en los numerosos puestos (por llamarlo de alguna manera) de los diferentes grupos o sectas que se montan estos días de Ashoura. El que más me ha llamado la atención y en el que mejor me he encontrado ha sido uno de sordomudos. Quizá haya sido por su gran amabilidad, o porque ya estoy acostumbrado a la mímica por lo que me he sentido tan bien. Me han dicho que vuelva a las ocho, que estoy invitado a cenar. Ocho dedos lo han verificado. Al final no vendré.

Fotografía: Ángel Fernández

El mausoleo es lo más cercano al boato que he visto en mi vida (en las fotos lo podéis ver, fotos del móvil: aquí dentro están prohibidas las cámaras). Plata, oro por doquier, mármol, maderas nobles, alucinante. Y todo ello rodeado de miles de Iraníes. No soy religioso pero puedo asegurar que todo esto te estremece.

Yo no si será suerte o no, pero no hay día que no haya encontrado alguien con quien hablar en español. En la oficina que tienen preparada para recibir a los extranjeros (creo que hemos sido unos ocho afortunados) me he encontrado con Damian, colombiano. Hemos pasado juntos casi toda la tarde-noche cambiando impresiones. Da la casualidad que Damian también conoció en Isfahan a Ali. Medio en broma hemos pensado que nos quieren captar para la causa.

También hablamos de que ambos pensamos que esto de la Ashoura es impresionante pero se necesita ya un poco de tranquilidad. Tranquilo, solo queda mañana, el día grande. Ya veremos lo que hacemos. Como anécdota me ha contado que es el único colombiano que en el último año ha acudido a la embajada en Bogotá sí, hay embajada iraní en Bogotá) a solicitar el visado. El propio embajador, no el cónsul sino el embajador, le ha recibido, invitado a un té y descrito las maravillas de su país. De película.

Ha habido más situaciones que darían mucho que hablar, en especial la del propietario de un local de comida rápida con un gran logo de Coca Cola sobre la puerta. Hasta ahora es al único que le he oído hablar sin tapujos del malestar de los iraníes hacia su gobierno, y en especial a la herencia del Imán Jomeini. La conversación ha sido corta pero cristalina.

Fotografía: Ángel Fernández

Día 4

Shiraz 10:00 AM. 24 de Octubre 2015

Fotografía: Ángel Fernández

Una de las cosas que merece la pena de este hotel son los desayunos. Es de lo mejor hasta ahora.

Hoy es el día grande de Irán, la Ahsoura. La cara de la gente denota un expresión especial. Debido a esta fiesta en Shiraz está todo cerrado. Mi intención es visitar Persepolis y sus alrredededores: la tumba de Darío y Jerjes, Pasargad, etc…, esa es mi intención. Será mañana.

La mañana y parte de la tarde la hemos dedicado, (y digo hemos porque Damián y yo decidimos realizar la ruta de mañana juntos y después trasladarnos a Yazd, uno de los lugares mas auténticos de Irán) a pasear por Shiraz. Damián trabaja para la empresa norteamericana de tecnología Citrix y me ha dado unas clases avanzadas de lo que nos va a deparar el futuro no muy lejano. Para mí ha sido una grata sorpresa trabar amistad con Damián, una persona inteligente y muy viajada. Son las pequeñas coincidencias que añaden un valor a momentos como estos.

Como decía nos hemos dedicado a pasear por la ciudad, a disfrutar de la Ashoura, un día donde te ofrecen té y zumos de limón en los numerosos puestos que te encuentras por la calle con una amabilidad sorprendente. He de decir que somos los únicos «turistas» (hay algún grupo de jubilados alemanes pero no se les ve por esta zona) entre miles de iraníes y afganos que pueblan las calles. Con estos últimos hay que tener cuidado, no es que te vayan a maniatar y robarte pero si tienen la ocasión de pillarte despistado vete preparándote. De todas maneras se les distingue bien, tienen un rostro muy característico y una manera de andar diferente a los persas.

Y hoy por fin ha aparecido la guardia revolucionaria, en un Jeep de color negro con las típicas proclamas a Ala pintadas sobre la carrocería. Uno de ellos nos ha preguntado de qué país eramos. Se lo hemos dicho y nos ha respondido que él es de Ala. La verdad es que imponen y se salen un poco de la regla habitual de los persas. Mejor lejos. Por lo demás las incesantes letanías a Hussein, la coreografía en las marchas, los golpes en el pecho, los lloros con lágrimas de verdad, en fin, lo habitual.

Fotografía: Ángel Fernández

También nos hemos salido de la norma comiéndonos un par de hamburguesas (la comida iraní de la calle es muy básica) con dos Pepsis, 140.000 riales, unos 3,60 euros.

Escribo esto desde el lobby del Hotel. De momento una ducha y a ver qué nos depara la noche aunque creo que va a estar tranquila: la Ahsoura ha terminado a las cuatro de la tarde, han desmontado todos los chiringuitos en un pis pas. Si hay algo interesante que contar lo haré, si no es así nos vemos en Persepolis.

Fotografía: Ángel Fernández
Fotografía: Ángel Fernández

Día 5

Shiraz 10:00 AM. 25 de Octubre 2015

Son las 11 de mañana cuando salimos del hotel. Antes nos hicieron una demostración de cómo hacen pan en la mayoría de los hoteles.

En la calle nos espera Madjid, nuestro conductor para la ruta de hoy. Es bastante simpático y discreto. Le pedimos que antes de partir para Persépolis haga una parada en el Vakil Bazar, el segundo en importancia en Irán después del de Teherán y con precios que, en muchos artículos, se reducen a la mitad. Son innumerables los puestos de alfombras persas, especias, calderería, etc.. Quitando unos pasillos donde se venden productos de uso habitual el resto del zoco respira una autenticidad como siglos pasados. No hay que olvidar que Shirad fue en su día capital del imperio persa. Aquí sí podemos ver a más turistas, tampoco muchos, y alemanes por supuesto. Hacemos unas fotos y poco más. Damián desea comprar una mochila típica persa para su hermana. En el regateo tomo yo un poco más la palabra, que se note el carácter español. De los 200.000 tomanes que nos pide el tendero al principio pagamos 140.000, sobre el 70 por ciento. Podíamos sacárselo a mejor precio pero hay poco tiempo. El tendero pregunta de que país soy . Con cierta sorna le respondo que de España. Sonríe.

Fotografía: Ángel Fernández

Pesergad o Pesergade es una parada obligatoria si te gusta la arqueología. Del palacio no queda nada, solo la tumba y poco más, pero merece la pena estar delante de la tumba de un personaje tan importante en la historia antigua de nuestra civilización. Nasqsh- E Rostam son cuatro tumbas de distintos reyes persas, entre ellas las de Darío I y Jerjes I. También hay unos pequeños bajorrelieves inscritos en las rocas. La imagen se asemeja mucho a la de Petra. Merece la pena parar un rato. A un kilometro nos encontramos con Nasq- E Rajar. Bajorrelieves persas de más de dos mil años de antigüedad, otra sorpresa en el camino hacia Persepolis. Impresiona entrar por la puerta de los leones alados (tierra, mar y mente). Llegamos casi al atardecer, unos pocos turistas japoneses, alemanes e iraníes deambulan entre las escasas columnas que se conservan de Persepolis. Retomando el tema de las curiosidades aquí no iba a ser menos. Un grupo de japoneses pasa a mi lado, les saludo en su idioma. A su lado una pareja se me queda mirando, con curiosidad. Por el acento han sabido que soy español. Él también lo es, ella es afgana con unos ojos preciosos, me recuerda a la joven de la portada de National Geographic

Fotografía: Ángel Fernández

Apenas intercambiamos unas frases, tienen prisa pero antes de marchar él saca un pequeño tarro del bolsillo donde guarda «tierra de España». Nos despedimos, me quedo con ganas de hacerle una foto a esos ojos

El sol se oculta cuando abandonamos el complejo persa. En la puerta un iraní nos ofrece café y nos da una clase rápida de arqueología. Es un hombre alto de 77 años de edad, se define como arqueólogo pero me cuesta creerlo cuando nos cuenta que 8.000 años atrás los primeros habitantes de esta zona medían hasta tres metros, eran rubios y con ojos azules. Como dice Damián, habrá que investigar. En este momento regresamos a Shiraz. Sacaremos unos billetes para esta noche. El siguiente destino es la ciudad del fuego, la cuna de zoroastranismo: Yazd.

Fotografía: Ángel Fernández
Fotografía: Ángel Fernández
Fotografía: Ángel Fernández

Día 6

Yazd 00:00 AM. 26 de Octubre 2015

Esta noche me ha sucedido una de las peores situaciones, si no la peor, de todos los viajes que he realizado en mi vida y que me ha demostrado la grandeza de las personas que habitan este país. Como decía en el anterior post, llegados de Persépolis nos dirijimos a la estación de bus para comprar unos tickes con dirección a Yazd. No contábamos que al final de la Ahsoura los autobuses iban a estar completos. Decidimos ofrecerle a Madjid el trayecto. Él aceptó de inmediato. Quedamos en reunirnos a las 23:00 horas con él en la puerta del hotel. Teníamos tres horas por delante, así que era un buen momento para salir a cenar, no habíamos probado bocado desde el desayuno. Mientras caminábamos en busca de un lugar se me ocurrió la idea (ahora hasta me avergüenzo de ello) de contrastar el precio que nos había dado Madjid con el del primer conductor que encontráramos y es aquí donde empieza la historia que me ha cambiado para el resto del viaje.

Saeed Ñorozi se llama el conductor que se paró a nuestro lado. Nos ofreció subirnos a su vehículo, aceptamos y a continuación le hicimos la propuesta de llevarnos a Yazd. El precio que nos dio era superior al de Nadjid. Le dijimos que gracias de una forma no demasiado adecuada y nos despedimos. Al momento me di cuenta de que mi bolsa de mano (con cámara, tablet, cargadores, etc.) se había quedado en el vehículo de Saeed. Era demasiado tarde, el tráfico era intenso en esta ciudad de dos millones de habitantes y Saeed se había perdido entre él. Ni conocíamos a este hombre ni él a nosotros. Era posible que ni se diera cuenta, y podía ser, que aunque así fuera, decidiera quedarse con ella. Quién sabe.

Al momento salí corriendo en su busca, el corazón se me aceleró. Damián corría a mi lado y me preguntó por el pasaporte. Miré en mi bolsillo, tampoco estaba, lo había perdido mientras corríamos. Aquí ya el mundo se me cayó encima. Volví sobre mis pasos y nada. Para alguien que haya viajado y haya perdido el pasaporte ya sabe lo que esto significa, y más en un país como Irán. Estaba perdido, no sabía que hacer. Al minuto apareció Damián con él en la mano, un «pelado» lo había recogido del suelo, respiré. Ahora la pérdida de la bolsa de mano dolía pero era lo de menos. Volvimos al lugar donde nos apeamos. A lo lejos vimos a un hombre que nos llamaba, era Saeed. Corrí hacia él y le di un abrazo con todas mis fuerzas, casi no podía contener la emoción. Ese hombre, con su gesto, me demostró lo que es la confianza y la pila (inteligencia o sentido común) del hombre persa. Le ofrecí dinero y se ofendió. Sí aceptó como regalo una colonia que había comprado en el dutty free de Estambul. Nos despedimos de Saeed y continuamos nuestro camino para cenar. Damián y yo tuvimos una conversación que queda en el ámbito personal pero que puedo asegurar que a ambos nos ha cambiado profundamente.

Fotografía: Ángel Fernández

En el momento que escribo esto son las dos de la mañana. Vamos en ruta hacia Yazd. Madjid conduce a mi lado y yo pienso que soy un tipo afortunado por haber elegido este país como destino, un país con un gobierno del que hablaré a la vuelta, pero con una gente fuera de lo común, una gente que me ha demostrado que se puede tener esperanza en el ser humano. CHAPEAU.

Yadz 06:00 AM

Llegamos a Yazd después de toda una noche en la carretera, el camino se ha hecho ameno. Nadjid nos ha entretenido con música farsi y contándonos su opinión sobre Irán y, especialmente, sobre los ocho años que sirvió en el ejército durante la guerra de Irán-Irak. Para poner los pelos de punta. Recorrimos varios hoteles, la preocupación de Madjid era máxima por encontrarnos un lugar adecuado, nunca te van a dejar solo hasta que lo consigan, así son los iranies. Al final nos alojamos en un Parsian Hotel. Nos despedimos de Madjid pensando que siempre va a quedar algo de él en nosotros.

Fotografía: Ángel Fernández

Sobre la una de la tarde estaba de nuevo en la calle bajo un sol de otoño que en Irán se asemeja al del verano en España. Tenía un WhatsApp de Damián. No quiso molestarme y se había ido a gestionar unos tickes. Paré al primer coche que pasaba. Negocié 40 tomanes para que me llevara hasta la medina. Las tiendas estaban abiertas sin apenas clientela, únicamente en las fruterías se notaba algo de actividad. Le dije al conductor que parara en una de ellas. Una mujer vestida con un chador negro exprimía zumo de granadas. Tomé uno y se lo pagué. El conductor me miró y sonrió, a los persas les encanta tenernos entre ellos. Decidí llevarle otro para él. Mammun (gracias) fueron sus únicas palabras.

A los cinco minutos recorría las enrevesadas callejuelas de la medina. Yazd conserva toda la esencia de lo que fue en su pasado. Perderse en ese laberinto rojizo hecho de adobe y paja es una de las mejores sensaciones que te ofrece este punto esencial en la antigua ruta de la seda. Un pequeño café ofrecía vistas de la medina a cambio de 400 tomanes (poco más de un euro). Allí permanecí hasta la puesta de sol disfrutando del atardecer entre los cantos de los almuédanos. No comparto ningún tipo de religión, sin embargo este momento siempre me ha parecido algo místico.

Sobre las nueve de la tarde me encontré con Damián (se habia perdido en el mundo zoroastra, alguna foto es suya). Elegimos cenar en una terraza con unas vistas increíbles a la medina, fueron unos diez euros. En cualquier lugar de nuestro occidente tan fashion esto hubiera supuesto una cifra de al menos dos ceros.

Sobre las diez volvimos al hotel ya que Damián tenía que madrugar para tomar el autobús a Teherán (unas once horas), un vuelo a Estambul y conexión a Moscú.

Durante el paseo hablamos sobre la arquitectura de muchos de los edificios de Irán, especialmente sobre nuestro hotel. Era como si el tiempo se hubiera detenido en 1979 cuando Jomeini se alzó con el poder deponiendo al Sha. Desprenden ese aroma a viejo con aires de los 80 yankis. A mí en el fondo me gustan, tienen un toque retro. Es momento de dormir. Mañana a improvisar, este país es el mejor que he conocido para ello.

Fotografía: Ángel Fernández