Charles Bukouski: whiskey, mujeres y libros

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Charles Bukowski nació en Alemania en 1920 pero toda su vida literaria se desarrollo en la ciudad de Los Ángeles. Cursó estudios de arte, periodismo y literatura pero todo lo que aprendió fue como vagabundo por EEUU con trabajos ocasionales de mierda. Dormía en pensiones baratas y frecuentaba los peores bares de cada ciudad.

A principios de los años 50 en Los Ángeles encontró trabajo de cartero. Se caso en una ocasión pero el matrimonio solo duro dos años. Siguió bebiendo y escribiendo.

Una de las grandes virtudes de Charles Bukouski era la sinceridad. Se describía a sí mismo como alguien “sin pensamientos grandiosos, sencillo y con aspiraciones básicas”.  Añadía que “si se suprimiese toda la humanidad, no se perdería nada. Yo solo quiero bajar a la esquina a comprar el periódico, me interesan las noticias de asesinatos y esas cosas. Tomarme unas cervezas, mirar a un perro, poco más. No me interesan los grandes problemas.”

Durante toda su vida se dedico a construir sobre sí mismo la leyenda del vividor autodestructivo, bebedor y obseso del sexo cutre, utilizando el lenguaje cotidiano de la calle, de los suburbios. Siempre hizo ostentación de los insultos y las palabras soeces.

Sus libros son una constante repetición: Factótum, Mujeres, La senda del perdedor, Hollywood. Todos ellos están escritos en primera persona con un estilo claro, directo e inconfundible, una autobiografía descarnada donde todo gira alrededor de los mismos temas: sexo, alcohol, apuestas, perdedores. Henry Chinaski, alter ego de Bukowski, protagoniza la mayor parte de ellos. Resulta casi un milagro que Bukouski llegase a los 73 años después de la vida que, presuntamente, arrastro. Su manera de contarse a si mimo le hubiera dado como mucho para llegar a los 50. Tendría la misma genética que Williams S. Burroughs, otro escritor yonqui que murió con 83 años. Por el camino se dejo a su mujer a la que mato de un disparo “accidental” en la cabeza.   

Para muchos Bukouski no fue más que un malhablado de estilo soez que lo hizo muy bien construyendo un mito de lo vulgar. Otros lo consideran el gran autor del “realismo sucio” y alaban su autenticidad con un lenguaje directo y claro. A nadie dejo indiferente.  

…)  La primera cosa que recuerdo es estar debajo de algo. Era una mesa, veía la pata de una mesa, veía las piernas de la gente, y una parte del mantel colgando. Estaba oscuro allí debajo, me gustaba estar ahí. Debió de haber sido en Alemania, yo debía de tener entre uno y dos años de edad. Era en 1922. Me sentía bien bajo la mesa. Nadie parecía darse cuenta de que yo estaba allí. La luz del sol se reflejaba en la alfombra y en las piernas de la gente. Me gustaba la luz del sol. Las piernas de la gente no eran interesantes, no eran como el trozo de mantel que colgaba, ni como la pata de la mesa, ni como la luz del sol.La senda del perdedor.

Muchas generaciones fueron marcadas por el sabor Bukouski. Algunos de sus escritores rivales llegaron a decir literalmente “Este cabrón de Bukouski está jugando con nuestros garbanzos”. En la España de la transición muchos jóvenes descubrieron la literatura gracias a él. Hasta Francisco Umbral, nada parco en insultos, le dedico un articulo, “Regreso del verano y todo el mundo habla de Bukouski”. Se ve que su prosa sucia encandilaba a más de uno.

Hay un lado desconocido de Bukouski. El escritor al que se le ha tenido como un provocador por tocar temas escabrosos con toda su crudeza -sexo, marginación, violencia- también tiene su lado tierno y romántico. El tiempo que duro su matrimonio, que no fue mucho, le sirvió al menos para conocer un lado diferente a la sordidez y violencia de la vida que constantemente reflejaba en sus novelas. Pero él nunca abandono su propio camino y las pretensiones de que se convirtiera en un gran escritor reconocido le traían al pairo.  

(…) hace ya tanto tiempo. / y ahora Rosalie / estarás muy vieja o / muy quieta bajo / tierra, / yo soy aquel chico / con la cara llena de granos / que mentía sobre su / edad / sólo por verte. / eras buena, Rosalie, / en 1935 / suficientemente buena para recordarte / ahora / que la luz es / amarilla / y las noches son / lentas.

Bukouski jamás tuvo miedo de llamar a las cosas por su nombre. Si las sabanas amarilleaban por culpa del semen derramado en noches solitarias no tenía ningún problema en contarlo tal cual. Las botellas vacías de whiskey se amontonaban en la sucia cocina día tras día pero a él le importaba más poder estrechar las tetas caídas de una puta que bajar a tirar la basura. Esto último lo describía con gran agilidad.

(…) A mí siempre me han puesto cachondo las resacas, no para besar ni chupar, sino para echar un polvo sin contemplaciones.

Reconocía ser un hombre lleno de desencantos, el amor no estaba hecho para él ni jamás se lo planteo. Alguna que otra perla soltó al respecto.

 (…) Una vez que una mujer te da la espalda, olvídala: te aman y de repente algo se da la vuelta. Te pueden ver muriéndote en una cuneta, atropellado por un coche y pasarán a tu lado escupiéndote.

Aún así, ya en la recta final de su vida dejo para el recuerdo una poesía que contradice toda su vida literaria. Es lo que tiene sentir que el tiempo se acaba.

(…) todas las noches / que he dormido / a su lado / incluso las discusiones / más inútiles / fueron siempre / cosas esplendidas. / y esas difíciles / palabras / que siempre temí / decir / pueden decirse / ahora: / te / amo.   

Bukouski murió en 1994. Su epitafio reza, «Don’t try». A saber lo que quería decir.

Ángel Fernández.