¿Por qué me pasa a mí?

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Tras los trágicos sucesos acaecidos en la localidad de Úbeda, en el que un padre asesinó a sangre fría a toda su familia, para luego arrojarse por la ventana y acabar así de una manera “épica” su obra criminal, nos lleva a pensar que es lo que motivan tales actos en una sociedad supuestamente moderna. Hay varios autores que intentan explicar dichos actos, así como estudios impartidos en grado universitario para desentrañar la mente criminal. Los estudiantes de “Criminología” tratan de buscar en la psique del asesino una razón a su comportamiento -¿el por qué?-Estudiosos del tema afirman que el hombre que abusa de la mujer, es muy probable que tenga un pasado de abuso del alcohol, así como haber sufrido violencia familiar, y por supuesto una personalidad de baja estima que le lleva a ser aislado socialmente.

El gran psiquiatra Rojas Marcos afirma que la agresión sádica y prolongada se produce en largos periodos de cautiverio, cuando la víctima es incapaz de escapar de la tiranía de su verdugo (suele darse en campos de concentración, cárceles, burdeles…), pero la verdad es que también se produce en la intimidad del hogar. La familia se presenta como un caldo de cultivo para todo tipo de conflictos, donde se generan grandes tensiones.

Pero determinar al hecho de la convivencia propiamente y el uso de la fuerza como un nexo común para que se produzca violencia familiar, sería limitarlo a un único problema. Para el autor Luis Bonino, el maltrato es la asunción por parte del varón del ideal tradicional de masculinidad (saber más, poder más y tener más). Como poderoso que cree ser, no permite ningún tipo de interferencia en sus decisiones, debe tener el control total, anulando la personalidad de su conviviente a la única palabra que entiende, “sumisión” plena hacia su agresor. Cualquier tema que no se cumpla amenazará a su estatus de poder, usando para neutralizarlo el uso de la fuerza, tanto física como psicológica, acentuando de esta manera la jerarquía de la sometida.

Un estudio realizado por Perla Haimovich (1989) sobre la ideología y rasgos sociales en referencia a los malos tratos permiten verlo desde una perspectiva femenina, él como otros autores ven en la mujer el pilar de la familia sobre la que recae la obligación de su mantenimiento, el éxito o fracaso de la relación matrimonial depende únicamente de ella, asumiendo la duración de dicha relación en la calidad de la misma: su sumisión (otra vez). Esto conlleva un proceso en el que ella asume plenamente el rol de inferioridad sobre el hombre lo que conduce a su pleno control y sometimiento.

 Como vemos desde ese estudio efectuado a finales de la década de los ochenta, la sociedad viene progresando, y con motivo de la introducción paulatina de la mujer en el trabajo remunerado, dejando de ser “ama de casa” plena, lo que le permite una mayor independencia económica sobre el hombre, así como un mayor rechazo por parte de la sociedad actual hacia el maltrato familiar; pero esto puede llevarnos a pensar que el problema pudiera remitir o reducirse. Los hechos avalan lo contrario, debiéndose posiblemente a que la mujer, al no ser marcada por la sociedad como la “pobrecita” que sufre en su casa y que son problemas familiares que debe solventar en su intimidad, la mujer de hoy en día para no ser estigmatizada como una fracasada en sus relaciones, al ser mal visto, para no provocar escándalo, tiende a fomentar más si cabe al maltrato doméstico como un problema privado.

Los expertos coinciden que no hay un perfil de maltratador, pero sí, una serie de conductas comunes en todas ellas, desarrollándose en lo que se denomina ciclo de la violencia, según los autores Torres San Miguel y Antón Fernández tiene tres etapas bien diferenciadas:

 -fase de acumulación de tensión, primeros conflictos en que el hombre ya utiliza su superioridad sobre la que considera inferior y dependiente totalmente de él.

 -fase de explosión violenta o agresión, momento de grave riesgo, donde el agresor actúa de forma violenta, tanto física como psicológicamente, es el momento en que la mujer, si decide actuar interpone la correspondiente denuncia sobre su pareja.

-fase de reconciliación y luna de miel, el agresor se retracta y pide perdón, con halagos y mostrando su parte más afable. La víctima considera que ha sido un episodio aislado, y como consecuencia de sus propios actos, e intenta ver el lado bueno de su pareja -“si lo ha hecho será porque me lo merecía”-lo que hace que se vinculen emocionalmente víctima y agresor.

Cuando las cosas van a peor desaparece la fase de reconciliación, sumiéndose la víctima en un mundo de miedo y terror, aislándose del mundo exterior, por lo que es fundamental localizar estos casos, ya que aquí peligra la integridad física de la mujer, y ella está incapacitada psicológicamente para dar el paso de interponer la denuncia.

Si bien es cierto, la mayoría de esta violencia agresiva es muy difícil de detectar, la víctima suele esconderlo, tanto por miedo, como por presión social a su propio fracaso, debiendo su propio entorno, tanto familiar, como los propios vecinos, 3 los que pongan en alerta a las Autoridades para evitar males mayores, al detectar cualquier tipo de agresión.

El número de episodios de maltrato, al igual que el aumento de los feminicidios, hizo necesaria la utilización de más recursos y medios para la lucha contra el maltrato, así como apoyo de la sociedad que en definitiva cambió con sus presiones a la Administración para la implementación de normativa que protegiera a las víctimas (Ley Integral de Violencia de Género).

 Bibliografía:

 – “Implicaciones de la psicología en la criminología actual” (Universidad de La Laguna de S/C de Tenerife).

 – “Apuntes sobre violencia de género” (Raquel Osborne).

 – “Legislación básica sobre violencia de género” (CIVITAS).

 – “Las semillas de la violencia” (Luis Rojas Marcos de la Viesca)