Políticos, medios de comunicación y moderadores sociales

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Estamos ya en esas. ¿Están consiguiendo interferir con nuestra capacidad de pensamiento crítico y con nuestra tolerancia a cualquier opinión que nos haga cuestionarnos?

Cuando limitamos la libertad de expresión limitamos nuestra capacidad de sentirnos cuestionados. No sería de extrañar que en un futuro hubiera menos información disponible en internet o que fuera mucho menos atrevida, menos provocadora. Lo que pretenden en última instancia es que nos convirtamos en una sociedad más pobre.

Según los controladores del sistema los moderadores se tienen que centrar en las cosas que ellos llaman “buenas”, como si pretendieran que las cosas malas desaparecerán con el tiempo. Prometen la felicidad eterna cuando convierten el mundo en el que vivimos en una sociedad nada sana, el mal existe igual que el egoísmo, el egocentrismo, la malicia, la envidia.

Hay muchos países donde lo extrapolicial es la norma de cada día. En Filipinas, por ejemplo, es el propio presidente del país el que está detrás de muchos asesinatos de ciudadanos que no reciben una protección judicial adecuada sobre actos no probados. “Hitler masacro a tres millones de judíos. Pues bien, aquí tenemos a tres millones de drogadictos, me encantaría masacrarlos a todos”, en palabras de Rodrigo Duterte, presidente de este país asiático. Él mismo controla que información se mueve por la red y cual no. Tiene muy buenas relaciones bilaterales con muchos países de democracias consolidadas. Y la gente del país está encantada de tener un criminal como presidente. Cuando un internauta criticó las palabras y actos de Duterte en la red recibió multitud de amenazas de muerte hasta el punto que la propia plataforma- Facebook  –  elimino el comentario de este usuario por miedo a represalias por parte del gobierno filipino.

No hace mucho, en una entrevista a un medio local, el alcalde de una pequeña localidad de la provincia de León criticaba las opiniones vertidas en la red y decía que “solo se fiaba del periodismo profesional”, o lo que él entendía por periodismo profesional, que por mucho que nos queramos engañar es el periodismo que pelotea a este tipo de políticos para su propia supervivencia. Lo cierto es que actualmente para tratar de buscar un poco la verdad tienes que navegar por la red buscando distintos tipos de fuentes, en muchas ocasiones muy alejadas del mal llamado periodismo profesional. Si bien es cierto que mucha de la información vertida en la red hay que cogerla con pinzas – demasiada tensión emocional-, también lo es que en la actualidad, si no dispusiéramos de la libertad de escoger la manera de informarnos, el control sobre todos nosotros sería mucho más exhaustivo.

Cuando estamos dispuestos a renunciar a la democracia tenemos el peligro de perderla. Es algo que a muchos políticos, medios de comunicación y moderadores de Internet nos les parece importar demasiado. Hay una especie de código de silencio entre todos ellos, donde todo se edulcora, a todo el mundo le va genial, todo va siempre sobre ruedas y los aspectos negativos se obvian completamente. Y en esto da lo mismo hablar de compañías tecnológicas, políticos que solo se miran el ombligo o medios que le doran la píldora para poder acceder a la subvención sin la cual desaparecerían de un día para otro. Es como si todos utilizaran un algoritmo matemático para conducir a los ciudadanos por el camino que a ellos  les interesa sin dejar un solo resquicio para la crítica u opinión diferente.

Nadie va a tomar medidas por qué de alguna manera todos son cómplices de la misma mentira, y son conscientes de ello. Actuar con libertad dentro de todo este conglomerado montado a su medida te puede traer consecuencias empezando por la censura, la indiferencia o la advertencia de manera muy sibilina. Cínicamente no paran de hablar del valor que le dan a la libertad de expresión cuando es esta misma la que les duele verdaderamente pues cuestiona su gestión, su información y la moderación que hacen de las redes sociales.

El sistema se basa en unas normas de calidad pero no es del todo cierto por qué tanto la vida real como la vida virtual tienen sus inconvenientes, sus problemas. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con lo que se quiere promover. Hay que prestar atención en fomentar hábitos saludables que no sean ofensivos para toda la ciudadanía que está pasando momentos delicados, o por el contrario, fomentar las que solo le convienen a unos pocos que parece ser, y valga la redundancia, se consideran “seres superiores” ante los demás mortales.

Ángel Fernández.