Los despojados

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Primero fue el agua y la electricidad. Resistimos a como pudimos, con hambre, salarios mínimos y seguros de desempleo. Luego tocó el turno a la salud y la educación. Tuvimos que olvidarnos de las letras y resignarnos a perder la vida en cada jornada. Hasta que morimos. Descubrimos entonces que los muy canallas se habían adueñado del cielo y del infierno. Así que nos tocó regresar a los escombros de nuestros cuerpos, a la espera del arrebato final.