Irán, un viaje al corazón persa. Parte II.

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Por Ángel Fernández.

Día 7

Yazd 09:00 AM. 27 de Octubre 2015

Desayuno con Damián antes de que parta hacia Teherán. También le acompaño hasta la terminal. Nos despedimos con un abrazo y con los deseos de que esta sea una buena amistad.

Fuera de la terminal hablo con un persa. Le propongo mi ruta para hoy: Meybod, Chak Chak y Kharanaq. Me pide 150.000 tomanes, le ofrezco 120.000. Al final un precio justo para ambos: 130.000, unos 33 euros para unos 200 kilómetros o tres jornadas de camello. En estos momentos estamos de camino.

Aunque Hassan al principio me dio mala espina su corportamiento fue bastante correcto durante todo el día. El único pero fue que en vez de dejarme en el aeropuerto me dejó en la terminal de autobuses. Un fallo lo tiene cualquiera sobre todo si, como Hassan, no tienes ni idea de ingles.

Kharanaq ha sido el primer lugar que hemos visitado. Es una población de la era Qajar, en la ruta de la seda y emplazada entre montañas espectaculares. Debe llevar abandonada muchos años y creo que los iraníes de momento la mantienen así por motivos sentimentales. Hay zonas que han sido restauradas pero otras muestran un abandono total. Lo realmente fascinante es el lugar donde está situada, entre montañas que emanan una luz que solo aquí, en esta parte de Oriente Medio, se puede encontrar. Te hace soñar, volver a ese pasado con caravanas de camellos surcando la ruta de la seda hacia Afganístán y Pakístán.

Fotografía: Ángel Fernández

Más tarde nos dirigimos hacia Chak Chak, que para los zoroástricos es como La Meca para los musulmanes, con la diferencia que aquí no se venera la cabala sino el fuego que jamás se apaga. Lo mejor es el camino que hay que recorrer para llegar a esta pequeña cueva situada en la falda de una montaña.

Meybod fue el ultimo lugar que visitamos. Cuenta con una pequeña ciudadela construida en adobe del 4.000 a.C., un entorno de pequeñas viviendas, también de adobe y un aljibe increíble. Para dar un paseo durante una hora no está mal. Todo esto está enmarcado dentro de una ciudad, no esperéis encontraros en el año 2.000 a.C. Me llamó la atención al entrar en la ciudad las numerosas fotografías que adornan toda la avenida con los rostros de iraníes que murieron en la guerra contra Iraq. Esto sucede en muchas de las ciudades de Irán: cerca de tres millones de ellos fueron víctimas de esa locura, no tiene otro nombre. Meybod es un buen lugar para comprar alfombras a precios muy bajos. Siempre es conveniente comprar en el sur, nunca en Teherán, allí los precios se doblan en todo: hoteles, taxis, comida, artesanía, especias, etc..

Fotografía: Ángel Fernández

Regresamos a Yazd sobre las seis de la tarde. En el camino nos topamos con un accidente brutal. Hay que tener cuidado. Poneros siempre el cinturón de seguridad aunque los iraníes no lo hagan, y decirles siempre «ya vos, ya vos» , es decir: despacio, despacio. Recordad que mueren 20.000 personas al año en la carretera. Mi intención, como he dicho al principio, era acabar la ruta en la terminal del aeropuerto, no en la de autobuses. Hassan se equivocó y yo no me di cuenta hasta que entré en el interior. En fin, otro taxi -hasta ahora no he pagado nunca más de cuatro euros, son increíblemente baratos-. Hay que tener en cuenta que llenar el deposito de gas, como ha sido el caso hoy, le ha supuesto a Hassan unos nueve euros.

En el aeropuerto, aun a pesar de tener el pasaporte en la recepción del hotel, me han atendido con mucha amabilidad, sí, pero después de consultar el ordenador. Creo que saben perfectamente quién eres, dónde estas, adónde vas, cómo respiras. Mi siguiente destino deseaba que fuera Banda- e Abbas, una localidad situada en la costa del golfo pérsico. El problema es que sólo hay vuelos los jueves y viernes. Decido volver a la terminal de autobuses y sacar un ticket para la noche de mañana, es la mejor solución.

Como no pretendo cansaros más solo diré que si queréis comprar azafrán y especias lo hagáis en Yazd, es el lugar indicado y a precios irrisorios. Buenas noches.

Fotografía: Ángel Fernández

Día 8

Yazd 09:00 AM. 28 de Octubre 2015

Ayer se me olvidó comentar que a última hora de la tarde tuve una conversación con una familia iraní compartiendo una taza de té. Eran originarios de Shiraz y se dirigían a kuala Lunpur a pasar unos días de vacaciones. Les hablé del concepto tan negativo que los medios de comunicación en Europa nos trasmiten de Irán. Que si apoyan al terrorismo, que si el eje del mal y todas esas cosas. Se partían de risa, no entendían el porqué de esa manera de ver su país. Me pidieron mi opinión al respecto. Yo les respondí que a mí me parecían una gente estupenda, que hasta ahora todo había sido muy positivo en el viaje. Para ellos eso era lo importante, no lo que se dijera en la tv o en los periódicos. Me emplazaron a que los visitara en Shiraz si tenía ocasión de volver a Irán, les tomé la palabra. Intercambiamos fotos y direcciones como es habitual en Persia. Y otra de las cosas que hice fue ver cómo se tejen las alfombras persas. Lo más curioso es que utilizan una herramienta con una especie de mástiles fabricados con el pene de los camellos. Lo que es la memoria. Callejeando fui a topar con un local donde se celebran combates de lucha persa, o al menos eso creo. Es muy ceremonioso, con movimientos sincronizados pero sin ningún contacto físico. Enfocado de cara a los pocos turistas que visitan Irán, no os lo perdáis.

Fotografía: Ángel Fernández

Hoy ha amanecido nublado. Hasta las 20:30 no sale el bus hacia Bandar- e ‘Abbas así que dispongo de unas cuantas horas para pasear por Yazd antes de partir. Ya os contaré.

Son las ocho de la tarde y según la aplicación que tengo en el móvil (gracias Damián) he recorrido unos 17,80 km. Esta es una lista de las cosas que me han sucedido hoy:
– Invitarme a té por la calle ya ni las cuento.
– Pedirme que les haga una foto, innumerables.
– Preocuparse por si andaba perdido, lo mismo.
– Querer que entrara en sus casas, tres veces
– Invitarme a comer, dos veces. La segunda me negué y pagué yo.
– Decirme que lo que había comprado no era lo correcto y poder devolverlo, una vez.
– Pedirme el numero de teléfono para estar en contacto por WhatsApp, otras tres veces.
– Comprarle a un refugiado afgano que se buscaba la vida en la calle unas plantillas para el calzado, y que por el mero hecho de que le hiciera una foto al final me las regalara, una vez.
– Llevarme en moto hasta la terminal de autobuses a las afueras de la ciudad, recorriendo todas las oficinas de las compañías de autobuses y no irse hasta que el autobús partió, una vez.

Fotografía: Ángel Fernández
Fotografía: Ángel Fernández

También me he encontrado con un hombre de Madrid. Intercambiamos unas pocas palabras. Viajaba solo como yo. Ambos teníamos la misma opinión sobre lo excepcionales que son la mayor parte de los iraníes. Me contó que en Teherán sucede lo mismo que en el resto del país, que él estaba un poco alucinado con todo esto. Está claro que Irán tiene que cambiar ciertas cosas, hay muchas ansias de libertad pero ojalá que esto no lo pierdan, que no se dejen contaminar, si hay una palabra que aquí tiene sentido esa es amistad, y prejuicios los justos.

Ahora estoy en el autobús en dirección a Bandar – e ‘Abbas. Y desde aquí quiero llegar a tiempo de ver el mercado del jueves en Minab, uno de los más tradicionales que se celebran en Irán. Son ocho horas de autobús hasta Banda y una, ya veremos en qué, hasta Minab. Total, que toca otra noche sin dormir. No importa, merece la pena. De lo que suceda hablaremos mañana, hoy ha sido un suspiro.

Nota: Ayer comenté que en Meybod había visitado un aljibe. Error, se trata de un aljibe pero para almacenar hielo. Por cierto, un turista alemán que andaba perdido por estos lares se cayó en el fondo del depósito por intentar bajar donde no debía y se hizo daño. Hay que respetar las señales.

Fotografía: Ángel Fernández
Fotografía: Ángel Fernández

Día 9

Minab 13:00 PM. 29 de Octubre 2015

Si hay una cosa que se aprende rápido en Irán es a confiar en la gente. Uno siempre se va a ver al margen de las conversaciones entre ellos, que sean de lo que sean, siempre van a versar en cómo facilitarte el viaje para que te sientas lo mas cómodo posible. Y esta noche no iba a ser menos. durante todo el recorrido hacia Bandar – e ‘Abbas un viajero iraní no paró de preocuparse por mí.

Mister -la manera habitual de dirigirse a los extranjeros en Irán- ¿se encuentra cómodo en su asiento? ¿cuál es destino? ¿ha cenado usted, quiere un poco de mi cena? Es tanta la confianza que te trasmiten que llegas a olvidarte del siguiente paso de tu viaje, lo dejas en sus manos.

Nueve horas después de la salida de Yazd llegamos a la intersección que divide la carretera en dos direcciones distintas: una hacia Bandar – e ‘Abbas y otra hacia Minab. Mi amigo iraní -ya sabéis, intercambio de números de teléfono- me acompaña fuera del autobús y busca un medio de traslado para Minab, que consiste en un coche compartido o saaris (aquí no hay autobuses). Son 90 kilómetros que se recorren en una hora. Son las nueve de la mañana y el cansancio empieza a hacer mella. A eso se suma el calor. No sé cómo la gente puede aguantar las temperaturas infernales del verano, con un grado de humedad elevadísimo.

Fotografía: Ángel Fernández

Llegamos a Minab sobre las nueve de la mañana. Con una población de 77.000 habitantes (son datos de 2006 sacados de internet) es asombroso la mezcla de etnias que te encuentras. Esto sí es el Irán profundo, bastante más pobre que el resto del país, con peores infraestructuras y sin un solo turista. Creo que soy la atracción de este jueves de mercado. Panjshambe Bazaar es algo que uno no se puede perder en Irán. Es una experiencia única, los olores te envuelven, las voces te marean, el color de los vestidos, …es como retraerse cientos de años atrás. Me acompaña Alí, un hombre que me han buscado desde la recepción del hotel. Por 400.000 tomanes, unos diez euros, estará conmigo toda la mañana. Su vehículo tiene aire acondicionado y conoce bien el mercado y la ciudad. Yo recomiendo no ir solo, he visto a la policía detener a varias personas por robar y aquí no se andan con tonterías. Durante el paseo por el mercado he podido realizar fotografías sin problemas -la Nikon no les suele molestar, algo que no sucede con los móviles-.

Fotografía: Ángel Fernández
Fotografía: Ángel Fernández

La mezcla de gente es muy diversa: iraníes, pakistaníes, afganos, gente de los emiratos…, pero quien realmente llama la atención son las mujeres Bandari. Originarias del Golfo Pérsico, han mantenido una vestimenta peculiar adornada con una máscara de un llamativo color rojo (se dice que la introdujeron los portugueses cuando arribaron por estas costas hace quinientos años). Se dedican especialmente a la venta de productos del campo, artesanía y complementos para vestirse. Son sumamente tímidas llegando a veces a sentirse ofendidas si las fotografías (ver vídeo). Llevan las manos tatuadas con henna y no paran de fumar pipas de agua. Son las primeras mujeres que veo fumar en público, tienen un toque de rebeldía que es de agradeceder. Existe también una especie de lonja de pescado, es visitable si se tiene buen estómago para soportar los olores.

Salimos de la lonja mareados por los olores. De nuevo en el mercado paramos en uno de los puestos y compro unos fulares, más por el valor sentimental que por la calidad que atesoran.

Es la una de la tarde, el calor empieza a ser insoportable, -lo dicho, no sé cómo aguantan aquí en verano- así que sugiero a Alí volver al hotel. De regreso paramos en un mercado de ganado, en concreto de cabras. Las miman como si fueran su único sustento que no pongo en duda que lo sea. Un par de fotos y reanudamos la marcha.

El bazar de Minab se encuentra cerca del hotel, paramos de nuevo. Se nota que aquí la pobreza es mayor que en el resto del Irán que he visitado. Todo el mundo le pregunta a Alí de dónde soy, y él no para de responder «Espanian» o algo parecido. No siento ningún temor aunque para ser sincero si fuera otro país no estaría tan tranquilo. Compramos tabaco y nos vamos para el hotel. En la puerta me despido de Alí. La mañana ha sido agradable a su lado a pesar de que solo domina cuatro palabras en inglés.

Fotografía: Ángel Fernández

Son las dos de la tarde, ya son muchas horas en vela. Decido acostarme un rato. Sobre las siete me levanto y me pongo a escribir lo que estáis leyendo. Esta noche cenaré aquí y trataré de dormir lo máximo posible. Mañana me espera otro largo día hasta llegar a Kerman, nodo de comunicaciones de la ruta de la seda hacia el sudcontinente indio. Esa es mi idea ahora mismo aunque aquí nunca se sabe qué es lo que uno hará al día siguiente. Buenas noches.

Nota: me alojo en el Hotel Minab, creo que es el único frecuentado por extranjeros aunque yo no he visto ninguno. Es muy recomendable aunque nadie hable inglés ni haya un solo letrero en este idioma. Podrás entrar hasta la cocina para decirles que deseas comer. El precio ronda los 18 euros la noche.

Día 10

Minab 06:00 AM. 30 de Octubre 2015

Hoy toca madrugar. A estas horas el sol ya está a media altura sobre la línea del horizonte. Desde la ventana de la habitación se ven las primeras motos circular por las solitarias calles. Es el segundo viernes que paso en Irán, todo esta cerrado. Me quedan unos 2OO.000 tomanes por lo que espero no tener problemas de efectivo, aquí las tarjetas de crédito no tienen ninguna utilidad salvo en los hoteles de cinco estrellas.

En recepción está el mismo tipo de anoche. Se encuentra de peor humor que ayer. Tengo que esperar como media hora para saldar la cuenta pendiente y que me devuelva el pasaporte. Nada más salir a la calle un coche se detiene. Será en primer trasporte del día. Por un euro me acercan hasta la parada de los saaris. Hay que esperar a que se llene. A los diez minutos partimos hacia Bandar – e ‘Abbas. En esta zona no funcionan los autobuses, esta es la única opción de viajar. Algo menos de tres euros para 90 km. de recorrido. Una hora despues llegamos a Bandar – e ‘Abbas. El autobús hacia Kerman no sale hasta las dos de la tarde así que tengo tiempo de conocer la ciudad durante unas horas.

Fotografía: Ángel Fernández

Bandar – e ‘Abbas es una ciudad con escaso interés para el viajero, la típica localidad con mar del Golfo Pérsico. Banda significa puerto en persa. Por lo visto el contrabando es la norma en su puerto donde la mayor parte de la gente es de origen árabe. Esto se nota mucho en el trato, no son ni parecidos de amables que los Iraníes. Hay un cartel que indica el nombre de una playa, hacia allí me dirijo. La basura se acumula a montones sobre la arena. Apenas diez personas, entre ellas varios niños, sumergen sus pies en el agua, caliente como la sopa. Un hombre se me acerca saludándome en farsi «míster, Salam Che Tori» son sus primeras palabras. Insiste en que le acompañe a comer un Kebak a lo que no me puedo negar. Subimos en su destartalada furgoneta y nos adentramos en el centro de la ciudad. Le pregunto sobre la población de Bandar – e ‘Abbas, que me ha llamado la atención la cantidad de árabes que se ven por sus calles. Alí no para de decir que son todos unos terroristas, que no son iraníes. Y no le gusta nada el régimen de su país, quiere irse a Canadá, conseguir una visa como sea. Como muchos de sus compatriotas.

Fotografía: Ángel Fernández

Finalmente encontramos un lugar donde comer algo, en el hotel no servían desayuno y yo estoy hambriento. Al momento Alí recibe una llamada de su novia desde Shiraz, tiene que irse. Me pide mil disculpas y yo le digo que no se preocupe, que ya me buscaré la vida para volver. Paga la cuenta -imposible convencerle de que no lo haga- y se despide no sin antes pedirme el numero de teléfono para estar en contacto por WhatsApp.

De nuevo vuelvo a la terminal de autobuses con otro conductor que paro por la calle. La salida esta programada para las dos de la tarde pero aquí eso es muy relativo. Está claro que hasta que no haya el numero suficiente de viajeros el autobús no se va a mover. Entretanto presencio una medio pelea entre dos hombres -utilizan el cinturón del pantalón para amenazarse-, me hago unas fotos con quien me lo pide, veo en la televisión las imágenes de unas graves inundaciones que se están produciendo en el norte de Irán, y poco más.

Son casi las tres cuando partimos. Entre paradas, controles de policía y algún que otro imprevisto serán unas ocho horas de viaje así que me temo que voy a tener que andar fino para encontrar alojamiento en Kerman. Me consuela que éste es el mejor autobús que he tomado hasta ahora y a un precio ganga: 18.000 tomanes, o lo que es lo mismo, 4,71 euros. No hay quien entienda los precios de Irán.

No ha pasado ni media hora para que empiecen los problemas. En el primer control de policía nos han mandado dar la vuelta. Aquí nadie sabe lo que pasa, incluso hay personas que van echando una cabezada y ni se han enterado. Paciencia, a ver en qué acaba todo esto.

Problema suelto. Estampar un jodido sello en la hoja de ruta era el problema, el conductor resopla de alivio. Está muy gracioso con los galones de comandante de avión sobre los hombros.

Me acabo de enterar que la distancia a Kerman es de 474 km., o sea, que llegaremos antes de lo que había previsto. O eso espero. Voy a sentarme en la parte delantera, esta más animada y el paisaje se contempla mejor.

Una hora después topamos con otro control. En este caso es militar. Más papeleo. Parece que ahora no hay ningún problema después de que uno de los militares reciba una bolsita de terrones de azúcar lo que viene a ser, en resumen, un detalle o un soborno.

Reanudamos la marcha entre montañas espectaculares que muestran lo inmenso que es Irán. Dos controles más y una parada para rezar en la mezquita de un pequeño pueblo rompen la monotonía del viaje.

Fotografía: Ángel Fernández

Son las 22:30 cuando entramos en la terminal de autobuses de Kerman. A la salida esperan varios taxis como es habitual. También, como es habitual alzo la mano y se para el primer coche que pasa. Lo conduce un hombre vestido a la usanza afgana. De camino al hotel conversamos sobre la situación que está viviendo su país y las consecuencias o «daños colaterales» que sufren muchos de sus habitantes. Tiene una extremada educación y una presencia impecable, nadie diría que comparte nacionalidad con los talibanes. A la puerta del hotel un saludo cordial con palabras de esperanza para los dos.

En recepción me reciben con un té. Una mala noticia: el hotel esta lleno, lo único disponible es un hostal anexo al hotel. Y qué hostal, dios mío, lo más parecido a una pocilga. Creo que hoy toca dormir en el saco, no me meto entre esas sábanas ni por un millón de tomanes. No querías aventura, pues toma aventura.

Día 11

Kerman 06:30 AM. 31 de Octubre 2015

Es probable que, con el tiempo, recuerde esta habitación como la mejor en la que he dormido. Hasta ahora no había podido dormir del tirón ninguna noche. Ha resultado que lo que yo pensaba que era una pocilga (que lo es, pero tampoco se puede pedir mucho por tres euros) se ha convertido en el lugar adecuado si obviamos el cuarto de baño. Me despido del recepcionista dándole las gracias y un hasta pronto.

Fotografía: Ángel Fernández

Las primeras dos horas de la mañana las he dedicado en gestionar un recorrido de dos días por los lugares más importantes en los alrededores de Kerman. Serán unos 700 Km. visitando Rayen, Bam, Los Kaluts y Mahan. El conductor será Mahmmud. Este señor no lo recomiendo, se pasa el día hablando con el móvil y va totalmente a su bola. A mí me da lo mismo ya que prefiero que me dejen a mi aire pero se ve que Míster Mahmmud está muy experimentado en pasar de todo. El contacto lo he realizado en el hotel Akhavan de Kerman. En principio me pedían 90 euros por los dos días a lo que me negué, es mucho dinero para Irán. Negociando la estancia para la noche del domingo en el hotel me lo han rebajado a 70 euros (incluyendo la cena y la cama), una cifra coherente con el recorrido. Ahora pienso que siempre se paga un poco la novatada la primera vez, es un recorrido que se puede hacer con cualquier iraní que se ponga a tiro. De todas maneras, 70 euros para repartirse entre el hotel, el conductor y casi seguro la policía no es una mala cifra. Esto último lo digo po que de los numerosos controles de policía en ninguno nos han parado. Solamente se veía inspeccionar los vehículos que procedían de Afganistán o algunos camiones iraníes.

Fotografía: Ángel Fernández

Salimos de Kerman sobre las nueve de la mañana con dirección a Rayen. En el camino paramos en lo que parece ser un palacio de un sultán otomano. Ha merecido la pena las fuentes y el pórtico de entrada, lo demás no dejaba de ser bastante vulgar. De nuevo en la carretera las montañas empiezan a sucederse a ambos lados creando escenas que bien podrían corresponder a las primeras eras geológicas de este inmenso planeta llamado Tierra. No puedes dejar de mirarlas, los colores y la luz cambian constantemente según va avanzando la mañana. Una hora más tarde entramos en Rayen, ciudadela levantada por el gobernador de Bam para alojar allí a su corte durante los calurosos veranos persas. Esta ciudadela resistió bien el terremoto de 2003, no fue así en Bam, que quedó prácticamente destruida. Es un aperitivo para lo que nos vamos a encontrar en Bam.

El calor aprieta de lo lindo cuando me adentro en lo que para mí siempre ha sido un sueño: la inmortal Bam. Si hay un lugar que aglutine el romanticismo de antaño ese es Bam. Imposible dejar de pensar en las innumerables caravanas que surcaban la ruta de la seda en tiempos atrás, los primeros exploradores occidentales que tuvieron la osadía de mezclarse con las distintas tribus y etnias que hacían de Bam un lugar peligroso y auténtico, seductor y amenazante, un cruce de mentalidades tan diversas y lenguas diferentes a las que a cualquier mortal no podrían dejar indiferente. El momento de soledad de esta mañana en la ciudadela solo roto por el llanto de un niño ha sido una experiencia única, cristalina. Nunca olvidaré Bam.

Fotografía: Ángel Fernández

La tarde avanzaba y el sol empezaba a descender sobre el horizonte precipitadamente. Teníamos que llegar a los Kaluts para ver la puesta de sol aunque sabía que no iba a ser posible. Nos separaban casi 250 km y el trayecto se adentraba en el Beluchistán iraní por una carretera distinta a las autovías que unen las principales ciudades del país. Mahmmud aceleró la marcha. Aunque apenas cruzábamos palabra tampoco nos sentíamos mal el uno con el otro, cada uno a lo suyo, era lo que había. Anochecía cuando llegamos a los Kaluts.

Irán pose dos inmensos desiertos. En uno de ellos, Dasht-e Lut, ha surgido una de las formaciones geológicas mas bellas de Irán. Los Kaluts, que en baluchi (estamos en el Beluchistán, territorio que comparten Irán, Pakistán y Afganistán) significa «colinas». Nacen gracias a la unión de tres fuerzas de la naturaleza: agua, viento y tierra. Durante miles de años este territorio ha estado a merced de estas creando un paisaje fantasmagórico. No hemos podido llegar a tiempo. Tenemos que madrugar para poder ver amanecer sobre los Kaluts. En estos momentos cenamos en el único sitio disponible para alojar a turistas que se aventuran a conocer esta zona. Es una aldea situada a la entrada del desierto llamada Shafe Abad. En la casa tan solo vamos a pernoctar cinco occidentales y otros tantos iraníes. La regenta una familia encantadora, todo son atenciones y mimos. Toca acostarse, a las cinco hay que estar en movimiento.

Día 12

Shafe Abad, 05:00 AM. 1 de Noviembre 2015

Apenas unas cuantas estrellas parpadean levemente esta noche. A estas horas solo el ladrido de los perros me mostraban que en esta aldea perdida de Irán había un rastro de vida. En media hora empezaría a clarear. Apuré un té lo más rápido posible antes de subirme en el Peugeot de Mahmmud. Tenía cara de mal humor. Le pregunté qué le sucedía. La batería del teléfono no le funcionaba, the end. La escena se me antojó algo patética. Delante del taxi Mahmmud maldecía a todo lo innombrable, el dueño de la casa se echaba las manos a la cabeza, y algunas gotas de lluvia -en este desierto suele llover esporádicamente- golpeaban el parabrisas del coche. Decididamente este hombre estaba enganchado al móvil.

Fotografía: Ángel Fernández

Empezaba a clarear cuando llegamos a los Kaluts. No se notaba frío a pesar de que el viento crecía en intensidad. -Los Kaluts -me dijo Mahmmud, señalando con el dedo hacia unas formaciones calcáreas que empezaban a surgir de la oscuridad según iba clareando la madrugada. Tome la cámara y el trípode indicándole a Mahmmud que se quedara a dormir en el coche. No me apetecía tenerlo a mi lado mientras amanecía. Durante media hora caminé esperando que los primeros rayos del sol iluminaran el terreno que me rodeaba. Ahora el viento crecía en intensidad golpeando mi cara con finos granos de arena. No molestaban pero tenía que tener cuidado de que no dañaran la lente de la cámara. Como a las seis empezaron a surgir los Kaluts en pleno esplendor. Como a quinientos metros otro visitante disfrutaba de la escena. Ha merecido la pena dormir apenas tres horas para ver este espectáculo de la naturaleza, y veo que no soy el único.

Fotografía: Ángel Fernández
Fotografía: Ángel Fernández

No recuerdo los kilómetros que caminé, me encontraba tranquilo, casi diría que perdí un poco la noción del tiempo. En cierto momento escuché unas voces. Era Mahmmud. Volví sobre mis pasos cuando el sol ya empezaba a calentar de verdad. Sobre el capó del taxi me esperaba un té acompañado de verduras y queso de cabra. Un desayuno acorde con el entorno.

Sobre las diez emprendimos el regreso a Shafe Abad donde nos despedimos de nuestros anfitriones. Nos adentramos en la carretera camino a Mahan. A través de la ventanilla la línea de montañas del Beluchistán iraní se me asemejaba a un largo y violento acantilado. Repetidamente le pedí a Mahmmud que hiciera una parada para tomar fotografías. Parecía de mejor humor, el dueño de la casa le había dejado una batería para el móvil.

Sobre las once y pico se la mañana llegamos a Mahan. Era la última parada del recorrido. Aquí me encontré con una mezquita que me sorprendió. Destilaba humildad y belleza, creo que es la que más me ha gustado de Irán, especialmente su cúpula, de un azul demasiado hermoso para ser real. En el interior de la mezquita se haya el sepulcro del Shah Nematollah Valí. No sé quién sería pero parece importante por la cantidad de billetes de riales que los fieles dejaban en la urna que envolvía el sepulcro.

Fuera de la mezquita un mendigo -en esta zona es habitual encontrarse con demasiados para lo que es Irán- trataba de calentar un té con unas ascuas de madera. Me pidió tabaco y le regalé el paquete. El hombre se emocionó. Y yo creo que también cuando me ofreció lo único que tenía: su taza de té.
-Buen viaje, mister- y se alejó. Nada más.

A la una de la tarde entré en la habitación del hotel. Estaba reventado.

Tres horas más tarde paseaba tranquilamente por el Bazar de Kerman. No es un bazar para turistas, es un bazar para iraníes y eso me gustó. Deambulé mirando los puestos, comiendo pistachos, comprando fruta. En uno de los callejones retumbaba la letanía de un anciano. Su voz era cautivadora. Caminaba despacio, casi ausente. A su paso las personas callaban y le depositaban una limosna en la mano, repleta de billetes. Pregunté a un tendero si me podía explicar la situación. Me respondió que el anciano era un Imán, que no pedía para él sino para las personas que acudían a la mezquita a saciar el hambre. Hay aspectos de la cultura iraní que tengo que estudiar con detenimiento.

Fotografía: Ángel Fernández

De vuelta hotel he charlado animadamente con un británico durante la cena (cena que incluía el precio de la habitación y que no ha estado nada mal). Nos hemos reído un rato, el inglés era una copia de Ian, el de los reportajes de las guías pilot, tenía los mismos tics, el mismo humor británico y hasta se le parecía físicamente. Ha sido un toque divertido para terminar el día.

Mañana es el último día en Irán. Viajaré a Teheran. Lo que suceda, aquí os lo contaré.

Fotografía: Ángel Fernández
Fotografía: Ángel Fernández

Día 13

Kerman, 09:00 AM. 2 de Noviembre 2015

Esto ya huele a despedida. Lástima, cuando ya empiezas a integrarte es la señal de que se termina el viaje. Esta noche he tratado de dormir el mayor número de horas posible. Intento fallido: aquí, como en otros muchos países no conocen lo que son las persianas.

Primero tomaré un vuelo de Kerman a Teherán, donde llegaré sobre las seis de la tarde. La salida hacia Estambul es a las 04:55 de la madrugada del martes, teniendo en cuenta el trafico caótico de esta ciudad creo que dispondré de unas pocas horas para visitar el Bazar si no hay ningún incidente.

Desayuno en el hotel mientras charlo con una pareja suiza. Están realizando una ruta en un camión similar a los que se utilizan en el Paris – Dakar. Han comenzado en Estambul (Turquía) para terminar en Sanghai ( China). Según me comentan rodearán por alguna de las repúblicas ex soviéticas para evitar el paso por Afganistán. Me despido y les deseo buena suerte, la van a necesitar.

Fotografía: Ángel Fernández

Fuera del hotel un grupo de alemanes se prepara para salir hacia el desierto en 4×4. Son los típicos turistas a los que le preparan un viaje a la carta en plan aventureros, llegaron anoche y estaban todo excitados. No paran de hacerse fotos unos a otros con su indumentaria coronel Tapioca.

Tengo que comprar todavía especias y ya que en Teherán los precios se disparan voy de nuevo al bazar de Kerman. Ayer vi un puesto que me gustó, tenía bastante variedad. De paso hacia el bazar entro en dos mezquitas. Es lo que tiene Irán, te pasas el día entrando en las mezquitas, siempre hay algo en ellas que despierta tu interés. En este caso la más llamativa es la del Imán.

El hombre del puesto me reconoce del día anterior, había estado husmeando y me fui sin comprar nada. Comienzo a elegir de diferentes sacos. Uno de esto, dos de aquello, iba probando los sabores hasta que llegó un momento que tenía la boca como un volcán en erupción. El tendero se reía mientras entraba en la trastienda y regresaba con dos tazas de té que compartimos lentamente, muy lentamente, aquí no hay prisas. La cuenta ascendió a ocho euros, al té invitaba la casa.

La mañana pasó como un suspiro, lo único que quedaba era regresar al hotel, recoger la mochila y dirigirse al aeropuerto.

Como a las dos y media llegue a la terminal del Aeropuerto de Kerman. Dos días antes había reservado un vuelo a Teherán en clase turista por, y esto es una de las ventajas de Irán, 40 euros. Resulta que los precios de los billetes aéreos los fija el gobierno, si a esto le sumamos el coste del combustible, que es mínimo, volar en Irán es la mejor decisión.

Lo que no esperaba es la sorpresa que me llevé en el mostrador de facturación: Overbooking.

La cara que se me puso de cabreo al principio tornó en una expresión de niño travieso cuando me dijeron que me iban a colocar en primera clase. Primera clase, casi nada. Nunca he volado en primera clase y sentía curiosidad por ver lo que se sentía. Además era una buena manera de terminar un viaje en el que sólo me faltó montar en camello.

Lo primero es el saludo, mucho más pelotero, para entendernos. Nada más sentarte ya te están ofreciendo bebidas (lástima de cava para celebrarlo). Puedes estirar la piernas hasta el infinito, te ofrecen periódicos, revistas, lo que quiera el señor. Aun así creo que me encontraba fuera de lugar, soy más de clase turista. Y por las pintas que traía, con ropa sin lavar de varios días las miradas me lo demostraban.

Aterrizamos en Teherán en medio de la lluvia. Ya había oscurecido. La temperatura me recordó que estábamos a las puertas del invierno, también las personas que esperaban en la puerta a sus familiares y amigos, muchos de ellos ya con ropa de invierno.

Fotografía: Ángel Fernández

Tomé un taxi (4 euros, no paguéis ni un céntimo más) con la intención de llegar al bazar antes que cerrara. Voy a hacer un inciso en este momento: en Irán los días van de siete de la mañana a siete de la tarde, es su ritmo. Siempre puedes encontrar sitios abiertos pero no es una sociedad que trasnoche como la nuestra.

Cuando por fin llegué al bazar, después de atravesar la ciudad con un tráfico endemoniado, sucedió lo que me temía: las tiendas medio cerradas, hombres tirando de carros sobrecargados de mercancía, basura por todos los sitios, oscuridad y gritos apresurados. Durante más de dos horas he caminado sin rumbo, haciendo tiempo. A estas horas Teherán no tiene interés para alguien que la desconozca. Hace frío, llueve. Solo vamos quedando en las calles los taxistas, los mendigos y los perdidos como yo. Creo que lo adecuado es irse para el aeropuerto a observar a la gente, siempre me ha gustado ver las mezclas de distintas culturas que se dan en los aeropuertos de los países árabes, o de oriente medio como es el caso. Y en este es especial: casi todos lloran cuando se despiden.

Fotografía: Ángel Fernández
Fotografía: Ángel Fernández

Son las doce en punto de la noche. Creo que es el momento de dar por finalizado el viaje. Durante estos trece días he tratado de ser lo más sincero posible en todo lo que he narrado. Pienso que la inmediatez da una perspectiva diferente de un viaje, de un país. Yo he disfrutado haciéndolo como espero que los que lo habéis seguido hayáis disfrutado leyéndolo. Vivimos en un mundo cada vez mas individualista. A mí Irán -pese a las dificultados que supone vivir en una dictadura- me ha enseñado (o recordado) que somos nosotros, las personas, los que podemos hacer la vida más agradable día a día. En nuestra mano está luchar por ello, sé que no es fácil.

Fotografía: Ángel Fernández

Día 14. Epílogo

Aeropuerto Imán Jomeini, 01:30 AM. 3 de Noviembre 2015

«Nada, no siento nada»
Por lo visto estas fueron las primeras palabras del Imán Jomeini nada más aterrizar en Teherán después de la caída del Sha.
Por lo visto los iraníes confiados en que su vida cambiara depositaron toda su esperanza en estas frías palabras.
Por lo visto los iraníes no sabían lo que les esperaba.

Hoy, 36 años después, otro Ayatolá rige el destino del pueblo de Irán. Da lo mismo que haya un primer ministro, aquí quien manda es el líder espiritual, en pocas palabras, lo que dice él va a misa. Y es que es muy difícil entender el funcionamiento de este país sin entender el peso que tiene la religión chiíta en la mente y el corazón de los iraníes.

Durante estos pocos días he mantenido conversaciones con personas de puntos de vista totalmente diferentes, desde el religioso convencido hasta el nostálgico del régimen monárquico mantenido con mano de hierro por el Sha. Si en algo coincidían es en el fervor religioso por Hossein, su verdadero estandarte. Sé que para nosotros los occidentales, convencidos de que una sociedad se debe regir por unos valores laicos el funcionamiento de Irán nos puede parecer surrealista, incluso hasta absurdo. Debemos aprender que cada pueblo, cada cultura, tiene sus valores, y hay que respetarlos. Irán es una potencia regional, y hasta diría mundial, de primer orden. Tiene una gente magnífica, unos recursos naturales increíbles, un pueblo muy formado. Es un gran país. Pero hay cosas que no se pueden admitir: la pena de muerte, la discriminación de la mujer (en muchos casos aceptada, que es lo que me sorprende), la lapidación -terrible-, la desigualdad social (de esto sabemos mucho nosotros), y un largo etcétera. Supongo que poco a poco se irán produciendo cambios. Algún día la dictadura caerá aunque el fervor chiita se mantenga. Lo que está claro es que no se puede querer cambiar un país por la fuerza, y menos querer hacerlo a nuestra imagen y semejanza. Vendrán generaciones con aires nuevos -ya están ahí-, ellos serán los protagonistas. Mientras tanto viajad a Irán, mezclaros con la gente, dejar a un lado los prejuicios. Os sorprenderá. (Y además es barato, de momento).

Al pueblo de Irán.