Oda a su padre, fusilado en Hervás, Cáceres

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Por José Luis.

Oda a su padre, fusilado en Hervás, Cáceres.

Antes de nada me gustaría dar la bienvenida a este nuevo magazine y a quienes lo han hecho posible, y agradeceros la oportunidad que me dais de poder rendir un anhelado y merecido homenaje a una persona sumamente especial para mi, “la tía Carmina».

Una mujer que durante toda su vida, llevo a sus espaldas el peso de una mochila que sin duda ninguna ni a ella ni a nadie correspondía.

Infame mochila…, cargada de sangre, de odio, de envidia, de olor a pólvora, de inquina. Que una mañana, en el albor del otoño extremeño, un grupo de cobardes asesinos a las puertas del cementerio dejaban para mi tía.

Homenaje que me gustaría hacer extensible a todas aquellas voces acalladas, en especial de madres, de hermanas, de amantes, de amigas…,que con su infausto silencio fueron testigos de aquella «guerra amiga» que les arrebató lo que más querían y a las que aún hoy no se les ha hecho justicia.

Durante décadas, aún conviviendo con el miedo, el dolor y el homicida…,ni un reproche, ni una queja ,ni tan siquiera un gemido, para reclamar justicia.

Espero que os emocione uno de sus poemas, que muchos años después escribió a su padre asesinado en Hervás cuando ella tan solo contaba con nueva años.

José Luis.

EN MEMORIA  DE MI PADRE

La niña no sabe, no entiende nada,

no entiende de seres humanos,

ahítos de sangre,  envidia y rabia,

con el alma ennegrecida,

en estado de bestias sádicas

puedan apretar un gatillo.

La niña no sabía, no entendía nada,

ella sólo sabía

que en las noches de luna blanca,

sentada al lado de su papaíto,

en el precioso jardín de su casa,

mientras cantaban los ruiseñores

tiernas canciones de amor,

a su amada.

Su papaíto le contaba cuentos,

de bellas princesas y hermosas hadas,

y el aire venía sonriendo,

traía perfumes de azahar,

rosas y malvas,

y cientos de caracolas sonreían,

en  la extremeña noche,

llena de amor y dulce calma

y la niña dulcemente se dormía,

en los brazos del ser que más amaba.

Ella no sabía

que cien puñales se acero,

la acechaban,

para clavárselos en el pecho

donde dicen que esta el alma.

Que un veintiuno de septiembre,

A eso de la madrugada

una mano asesina,

la vida de su papa segaba,

surgiendo del cuerpo querido

cien amapolas, cien guirnaldas,

y la niña llora y llora,

sin comprender nada, nada,

sólo sabe que su papaíto

no le contará más cuentos,

en las noches estrelladas,

ni le acariciará el pelo,

ni le apoyará la cara.

Callad fuentes, callad ruiseñores,

callad todos, viento lluvia en calma,

que la niña se ha dormido,

no vayáis a despertarla.