¡Ay, Galán!

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Recuerdo el primer día que escuché por primera vez al cantautor Ángel Petisme. Un amigo me pasó un disco de 1994 llamado El Singapur donde cada canción me conmovió, resaltando Bailando en campos minados y El paria,  que las escuché en bucle toda la tarde. Esto me llevó a descubrir otros trabajos del Ministro, descubriendo una vasta creación artística que se bifurcaba entre canciones y poemarios. Además, por esos días había salido a la calle el Ministerio de la felicidad (2014), parecía que el presente estaba dispuesto a que no perdiera vigencia su música en mi banda sonora.

El aragonésno deja indiferente al que se acerca a su obra, te cuenta historias realmente comprometidas con nuestro tiempo, versos que son agradables al oído si te los susurra pero en muchas ocasionesácidos e incómodos para el alma. Es una poesía que denuncia, que no se casa con los poderosos, que no da tregua a los convencionalismos y que se aleja de ñoñerías más acordes de los parapoetas que actualmente parece que están descubriendo un nuevo mundo literario, Petisme consigue que el verso reflexivo prevalezca al tweet romanticón ocurrente. Este año, a la par que presenta el disco que nos ocupa, publica el poemario La camisa de Machado (Prix International de Littérature Antonio Machado, 2019).

2018 no fue un año fácil para el de Calatayud, la pérdida de su madre, le hizo enfrentarse a una realidad que le arrebataba un trocito de su vida, de él mismo. Por eso este disco se llama “Pilar”, por eso contiene muchos poemas dedicados precisamente a ella, donde se entremezclan recuerdos, caricias, agradecimiento y tristeza a partes iguales, derrochando amor. Así nos encontramos con dos poemas: Algún día te sacaré a bailar o Gracias por la luz y canciones con las que cuesta mantener la emoción, con versos como “madre, ¿estás ahí?, no te oigo cantar” en Uno de septiembre o La estrella del Nou de la Rambla, donde trabajó  “la madre que un hijo siempre soñaría” entre Cocas de llardons, neulas y Gâteaux de voyage,situando el relato en una Barcelona en blanco y negro, que no tiene nada que ver con la que cuenta en Oda a Barcelona, perfectamente introducida por Voreres del Guinardó. Contra este tono íntimo y desgarrador, encontramos Pilar, una canción de ritmo alegre que deja entrever la esencia con el verso “el huérfano más feliz de la tierra”.

Parafraseando al maestro Javier Krahe, no son canciones para que las dancen las reinas de discoteca o para que los carrozas hagan su gimnasia sueca. Es un disco para ponerse en la piel de otras personas: en las mujeres republicanas que tuvieron que exiliarse y refugiarse metiendo en su maleta lo poco que tenían y lo mucho que se llevaban con ellas, llenando las estaciones de Bufandas rojas; en el viajero de Valparaíso que no ejerce de turista; en El niño de la llave que debe refugiarse en los libros ante un verano en tan solo 80 metros cuadrados y solo en su casa o en Berta, la perrita que acompañó tantos años a Ángel y que podría ser el perro o el gato con el que vivimos y que nos muestran tanto cariño que se puede decir alto y claro eso de“alimañas no quiero, junto a mí, de dos patas.”

Antes dije que no era un trabajo musical para ser bailado, quizás he sido un poco mentiroso, porque los pies pueden moverse a ritmo de vals con Un minuto de vida y ya puestos a ser sinceros, algún tequila ha caído cantando el estribillo de Carnales en memoria de los que se han ido antes de tiempo. Es un ejercicio muy saludable levantar la copa  y decirles “os esperamos en las tinajas” con un brindis muy mañico: “La Virgen del Pilar dice que no quiere ser fascista, que quiere ser capitana de borrachos y anarquistas”. Salud.

Pilar (2019) Tranvía Verde-Rocket Music. Grabado en los estudios Trapisonda por Diego Zaldívar. Mezclado y masterizado por Juan Casanovas en Turistas sonoros.