Hace pocos años tuve la suerte de poder disfrutar de Ara Malikian en el Festival Cultura Inquieta de Madrid. Con toda la mala suerte que era un recinto al aire libre, y a mitad del concierto, nos cayó un chaparrón de verano; se suspendió durante un rato, y luego continuó, pero con todo el público empapado. Aunque, allí aguantamos estoicamente.
La historia de Ara Malakian es impresionante.
Es libanés de origen armenio; su familia huyó del genocidio armenio de 1915. Genocidio que no está reconocido por muchos países del mundo, ya sea por razones políticas o económicas; pero donde murieron más de un millón y medio de personas.
Después de muchos periplos, su familia llegó a Beirut, donde la vida no fue mucho más fácil. En 1976 comenzó la guerra civil en el Líbano. Su padre le empujó a dedicarse a la música para eludir la desesperación de la guerra, y recuerda como la primera vez que tocó frente a un público fue a los 12 años.
Su padre le obligaba a estudiar horas y horas deseando que su futuro estuviera fuera de esa guerra y esa miseria, muchas veces dentro de refugios antiaéreos; él lloraba porque no quería. Le gustaba el violín, pero prefería salir a la calle a jugar con sus amigos.
Malikian cuenta como el violín que le acompaña desde sus comienzos no es tan valioso como un Stradivarius, pero para él tiene mucho más valor; perteneció a su abuelo, que sobrevivió al genocidio armenio gracias a ese violín, haciéndose pasar por un miembro de un grupo musical, evitando su asesinato y pudiendo llegar al Líbano.
A sus 14 años, el director de orquesta alemán Hans Herbert-Jöris le escuchó, fue consciente de su virtuosismo, y le consiguió una beca para que Ara fuese a estudiar a Alemania.
A partir de ahí, su despegue fue meteórico.
Ha ganado todos los premios habidos y por haber. Ha tocado en las mejores salas de conciertos del mundo de los cinco continentes. Pero un concierto de AraMalikian no es escuchar a un virtuoso tocar el violín. Lo suyo no es sólo un concierto, es puro espectáculo: entre tema y tema, cuenta una historia entre tierna y cómica, desentrañando su propia biografía.
Es un músico polifacético, que lo mismo toca a Mozart, como de repente te sorprende con Led Zeppelin, o AC/DC. Ara Malikian tiene su propia seña de identidad, rompe con todo estereotipo. Quiere que la música sea para “divertir y emocionar” al público, y desde luego, lo consigue.
No he conocido a nadie que haya ido a verlo y no le parezca un músico absolutamente excepcional en todos los sentidos.
Yo estoy deseando volver a verlo. Porque uno/a se queda extasiado con su música y emocionado con su espectáculo, su virtuosismo, su ternura y su puesta en escena.
Sólo espero que la próxima vez, sea en un teatro, para que el cielo no caiga sobre nuestras cabezas… ¡Por tutatis!