Un intelectual debe de decir siempre aquellas cosas que nadie tiene la valentía de decir. A partir de esas palabras se puede empezar a discutir si las palabras son las adecuadas para describir una situación como la actual.
Por necesidad, hay que luchar contra el provincialismo de la cultura dentro de un contexto bastante más amplio. No se trata de hacer un reproche a nadie, exponer unas reflexiones que reflejan las preocupaciones de muchos ciudadanos tenidos en el olvido es una manera constructiva de que se cree una comunidad para todos sobre egoísmos personales e intereses de los mejor posicionados en la escala social.
Antonin Liehm creó en 1984 “Lettre Internationale”, una revista no ligada a ningún grupo editorial ni de comunicación. Liehm vivía exiliado en Paris después de abandonar Checoslovaquia en tiempos de la URSS. Una de sus frases preferidas decía algo así como “O bien un intelectual continúa siendo un intelectual o bien se convierte en político. Pero no se puede ser ambas cosas a la vez”.
Como decía anteriormente, por necesidad tienen que existir medios ajenos al poder, sea del color que sea. Para los que pensamos que hay una manera diferente de ver y decir las cosas sobrevivir es lo más importante. Solo el mero hecho de nuestra existencia es ya un milagro en estos tiempos de redes sociales y 140 caracteres. No se trata de ir detrás de la actualidad, ya de por sí bastante maltrecha. Pensar en términos de actualidad borra de un plumazo los verdaderos problemas ante los que nos enfrentamos. La picaresca nacional de dejar en el cajón los problemas de los ciudadanos mientras uno se va a tomar un café debería conllevar sus consecuencias. De lo contrario, si lo permitimos, seremos como esas personas que antes de casarse viajaban, salían, bailaban. Después, cero amistades, cero criticas, cero sociedad.
En el fondo todos nosotros somos unos impostores, pero hay que tener la decencia de ser un impostor con humanidad. En tiempos donde la pasión está en peligro hay que tomar medidas con intensidad e imaginación, ya sea por medio de la creatividad o la ternura. La vida es comunicación, el olvido es lo contrario a la vida, el aislamiento forzado no tiene que dar paso al aislamiento no forzado.
Si sucumbimos al cansancio vital entregamos nuestras vidas a los que manejan los hilos. Hay que ser diferentes, no resignarse y seguir creyendo que merece la pena vivir con intensidad. No solo de pan vive el hombre.
Ángel Fernández