Cartas desde el infierno, ¿derecho a la eutanasia?

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Quien no recuerda a Ramón Sampedro, aquel marino gallego que con 25 años se quedó tetrapléjico al zambullirse en baja mar y romperse el cuello.

Su historia fue conocida a nivel nacional; hizo entrevistas en la televisión y en prensa, emprendiendo una lucha agotadora a favor de la eutanasia, por su derecho a morir de forma digna, porque según sus propias palabras: “…soy una cabeza viva y un cuerpo muerto. Se podría decir que soy el espíritu parlante de un muerto”.

Su lucha llegó hasta el Tribunal de Estrasburgo sin ningún fruto.

En 2004, Alejandro Amenábar lleva a la gran pantalla esta historia de forma increíble. La protagonizó Javier Bardem que ganó un Goya por su interpretación y la película ganó el Oscar a la película de habla no inglesa. También el prólogo del libro en su edición del 2004 está escrito por Amenábar.

La última vez que vi la película, me interesé por el libro que escribió durante su vida postrado en una cama; ya descatalogado, me lo consiguió mi santo de 2ª mano.

El libro es un compendio de todos los poemas y escritos que Sampedro escribió, y las cartas que devolvió a todas a aquellas personas que le escribían, bien para darle ánimo, bien porque le contaban también sus enfermedades, sus historias o sus penas; también escribió al director de El País o a algún periodista que había hablado de él. Hay incluso una carta al Rey y una carta al Papa, pero en el libro no aparecen fechadas.

Ramón, no era un hombre con estudios, si bien es cierto, que con 22 años embarcó y llegó a recorrer 49 puertos de todo el mundo. Conocer países, ciudades, distintas culturas, eso da una amplitud de miras y un conocimiento que no está en los libros. Si a eso le sumamos su experiencia vital, leyendo su libro, yo me he encontrado un filósofo y un hombre culto. Un señor con las ideas muy claras y con una forma poética y muy especial de expresarlas. Tanto en prosa, como en verso.

Ramón sufría. No quería vivir así. No quería que le limpiaran el culo, que le dieran de desayunar, de comer y cenar. Su cuerpo era su cárcel.

Volvemos a la religión, a los prejuicios… Pero, ¿dónde quedan los Derechos humanos?

El 13 de enero de 1998, Ramón Sampedro consiguió aquello por lo que luchaba legalmente desde hacía 30 años: su propia muerte. Su mayor anhelo era liberarse de ese infierno del que no podía escapar sin la ayuda de otros. Buscó la libertad a través de la muerte. Descansó.

¿Y CÓMO HABLO DE AMOR SI ESTOY MUERTO?

¿Y cómo hablo de amor si estoy muerto?

Si los muertos no tenemos pasiones,

Ni de humanos afectos sentimientos

Sólo somos de los vivos un espanto.

Todo es incoherencia y contradicción

para un muerto entre los mortales.

No lo excitan la luna, ni la flor, ni la hembra,

Porque no tiene carne para reproducirse.

¿Hay cosa más absurda que escuchar a un cadáver

hablar apasionadamente como un humano,

si no puede sentir ni el calor ni el frío

ni el placer ni el dolor ni el llanto?

Ramón Sampedro