«Imagina una sala donde hay un centenar de personas encorvadas sobre ordenadores que muestran gráficas. Una sala de control. Desde esta sala se pueden controlan los sentimientos, pensamientos y prioridades de 2.000 millones de personas en todo el mundo. Esto no es ciencia ficción… Yo solía estar en una de estas salas».
Tristan Harris confirma lo que muchos de nosotros ya advertíamos hace años. No se trata de suprimir sino de cambiar la manera de funcionar, poner la vida por delante de la tecnología.
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