“Donde hay un deseo, hay un camino”

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Hay héroes solitarios, viajeros incansables con un tesón fuera de lo común. La muerte de Javier Reverte nos deja huérfanos de uno de los pocos escritores españoles cuya literatura de viajes animo a muchas generaciones a coger la mochila y perderse por el mundo.

Siempre me ha gustado la gente que lucha a contracorriente, incluso cuando saben que se están jugando el tipo.

La primera vez que cayó en mis manos “Vagabundo en África” disfrute con su lectura como un niño el día de su cumpleaños. Fue en 1998 y ya había realizado algún viaje pero nunca a África.  Descubrir el libro de Reverte significo un punto de inflexión. He de reconocer que su estilo literario es, o era,  bastante sencillo y directo, y como bien sabe quien ha viajado, algo de fabulación también contenía. Sin embargo, la manera de narrar sus experiencias, lo exótico de su manera de afrontar los viajes, significo una última esperanza para un joven que necesita buscar para no encontrar nada, “lo importante es el viaje”. De esa realidad te das cuenta cuando pasas de los 50 y reflexionas sobre todas las situaciones vividas en cada uno de tus viajes. Mereció la pena cada uno de esos momentos, los buenos y los malos. De los primeros disfrutaste y de los segundos aprendiste. A veces, tengo la extraña sensación de que el tiempo ha pasado sin dejar ningún tipo de huella. Ahora, más que nunca, en un momento donde prima la supervivencia, rememorar esos momentos y mantener la esperanza de poder seguir viviendo nuevos viajes es lo que hace a uno no perder los nervios. Si algo merece de verdad la pena en esta vida es viajar.

“Donde hay un deseo, hay un camino”. Javier Reverte era más que un viajero. Convertía sus viajes en literatura, y en soledad, como los buenos viajeros. En muchas ocasiones utilice sus libros como guías de viaje. Me ayudaron a ver los lugares con una perspectiva diferente y sobrevivir en una época que brillaba por su rebeldía. Ya no se trataba de unos viajes al uso, eran viajes fascinantes por los relatos de un autor que alimentaban mi imaginación frente al dilema del hombre sedentario. Siempre he pensado que el ser humano tiene necesidad de descubrir el planeta donde vive, la diversidad de sus culturas, los increíbles paisajes, la hospitalidad de sus gentes, las lenguas incomprensibles. Reconocer la inmensa vastedad del mundo es encontrar una gran verdad. Al final, cuando viajamos, la tierra nos enseña más sobre nosotros que cualquier otra actividad en la vida. Viajar es medirse con obstáculos, ahí es donde nos reconocemos como hombres.

Los tiempos están cambiando –tal como dijo Bob Dylan-. No olvidaremos lo que nos distes a muchos de nosotros con la diversidad de tus viajes. Descansa en paz (lo de descansar es un decir, morirse es una putada), que te lo mereces.