Valoración ciudadana de los medios de comunicación

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Seguramente hoy mucha gente se preguntara por qué en la ultima encuesta del CIS los medios de comunicación sean, después del Gobierno y el Coronavirus, los peores valorados- o al menos cuestionados- por los ciudadanos. Realmente no es muy difícil de explicar.

La sociedad ha creado a los medios para que sean la boca a través de la cual pueda ejercitar su derecho a la opinión, al diálogo, a la crítica o el elogio, y también a la denuncia. Los “profesionales del periodismo” tienen la obligación de informar sin dejarse influir por nadie y por nada. Sabemos que cada medio tiene su orientación ideológica pero la información es intocable y sagrada. Esto es lo que define la independencia del periodismo.

Lo que se ha llamado el cuarto poder debería de ser el contrapoder, que es de las pocas maneras que la sociedad tiene de defenderse del abuso de poder, no solo de la administración, sino también de todo lo que se refiere al poder financiero en la sombra. Para poner un medio de comunicación en funcionamiento se necesita pasta. Por lo tanto es sabido que detrás de todos ellos hay unos poderes financieros que casi siempre se imponen sobre la independencia de esos medios. Uno de los problemas que actualmente tienen los medios es la filtración de información. Es muy difícil que un medio trate de imponer una información manipulada en la era de las redes sociales y demás nudos de información virtuales. Sin embargo, cuando estos medios están en manos de poderes demasiado fuertes la manipulación se impone.  

No hace muchos años existía una resistencia por parte de profesionales que era la clave de un rigor informativo. A todos estos profesionales les motivaba más la ética y moral que la compensación económica. Esto a día de hoy es marginal.

Es fundamental que los medios no se dejen intoxicar con la mercancía que le venden desde los despachos financieros y políticos. Cuando los medios contemporizan con el poder- sea del color que sea –se crea un abismo entre ellos y la sociedad. El problema es que es muy difícil que surjan grupos de intelectuales y periodistas independientes que hayan puesto en marcha medios independientes que sean críticos con el funcionamiento de nuestra democracia. Si alguno ha surgido, ha desaparecido con la misma rapidez que un relámpago. En la información existe un monopolio difícil de encontrar en cualquier otro sector.

El ciudadano está en su derecho de preguntarse sobre la fiabilidad de la información con la que le bombardean diariamente los medios de comunicación. La información ha sido sustituida por una economía de inversores especulativos. Todo esto conlleva una falta de credibilidad que ha llevado a la devaluación de la función periodística. Un medio que no se case con nadie está condenado a la desaparición.

Con lo que respecta a los medios locales, sus fuentes suelen ser casi siempre los servicios de relaciones públicas de las diversas instituciones del poder local: saben que sin la publicidad de estas instituciones no podrían sobrevivir. En el fondo se trata de medios al servicio del poder, aunque en ocasiones se quieran maquillar la cara con artículos de opinión de calidad periodística muy dudosa.

En el fondo podríamos decir que entre los medios y los distintos poderes existe una relación de dominación y dependencia que lleva a los ciudadanos a valorar ambas cosas por igual. Toda independencia pasa a ser cada vez menos frecuente. Se pueden contar con los dedos de una mano los medios que hay independientes en España, y esto los ciudadanos lo saben. Subestimar la capacidad crítica de la ciudadanía es el mayor error que se está cometiendo, especialmente cuando está demostrado que las acciones ciudadanas no se determinan por los grupos importantes, las hacen grupos menos importantes pero con una conciencia clara de cuál es el objetivo ciudadano que hay que obtener. El proyecto no está en cambiar todos los medios, sino en cambiar los mecanismos de esos medios que no funcionan, principalmente evitando la manipulación y subjetividad que son el pan de cada día, nunca mejor dicho.