Ateo, gracias a Dios

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Más de un lector se preguntara que narices hace alguien escribiendo de un cineasta como Buñuel en pleno siglo XXI. A modo de explicación diré que es una pequeña venganza a mis años como seminarista y a la imposición “por la gracia de Dios” de una doctrina tardofranquista en mi educación infantil. Así salimos de dudas. Y es que en el fondo todo es cuestión de gustos.

Como a Buñuel, a mi me impresiono “Senderos de gloria”, de Kubrick, “El acorazado Potemkin”, de Eisenstein. “Roma”, de Fellini, una genialidad realista, el “Ladrón de bicicletas”,  de Vittorio de Sica, cualquiera de los hermanos Marx, las aburridas pero bellas películas de Renoir. Fritz Lang, el genio alemán exiliado, como Buñuel, en el sueño americano. A la fuerza ahorcan.

Brutal, inteligente y maño. Y también español, y mexicano de adopción.

A Luis Buñuel le nombraron en México presidente honorario del Centro de Capacitación Cinematográfica, la mayor institución sobre este arte en el país centroamericano.

Iconoclasta, irreductible, inmenso director de cine, póstumo protagonista en su propio país. Y es que España, sin querer, le marco para siempre su destino. Buñuel nació en 1990 -ojo con la fecha- en Calanda, un pueblo perdido en el “Teruel también existe”. No fue hasta la Primera Guerra Mundial cuando este pueblo abandono la edad Media.

Tampoco era muy distinta la situación en Zaragoza, donde su familia se estableció cuando Luis contaba con 17 años de vida. Los jesuitas le enseñaron lo que significaba la disciplina, así como sus primeras dudas religiosas. “Hacia un frio de espanto”, recuerda en sus memorias Mi último suspiro.

Cuando llego a Madrid – la de Buñuel fue sin duda una vida itinerante- descubrió la otra cara de la moneda: la Residencia de Estudiantes, la musculatura, Lorca, Dalí, Giménez Caballero, D´Ors… La poca modernidad existente en España en ese momento histórico.

El siguiente paso fue Paris. Aquí tuvo su mayor descubrimiento: el cine y el surrealismo. Este ultimo marco toda su carrera cinematográfica, siempre mamando de la propia realidad.

Influenciado por André Breton inicio su trabajo artístico. Su estrecha colaboración con Dalí en Un perro andaluz y La edad de oro supusieron su presentación en sociedad. Ambos filmes lograron una crítica limitada pero un escándalo considerable. Un delegado de la Metro en Europa, al que no le habían gustado las películas pero que advirtió el talento del aragonés, le propuso trabajar en Hollywood. Poco tiempo duro su estancia en EEUU.

Con la proclamación de la República regreso a España para rodar el documental Las Hurdes, donde describió un panorama desolador de la España más profunda. Cuando comenzó la Guerra Civil se estableció en Paris, “Paris o el paredón” era la consigna del momento. Tampoco era de armas tomar.

En 1939 regreso a EEUU donde”sobrevivió” colaborando en pequeños trabajos cinematográficos. Finalmente se estableció en México. En este país emergió el verdadero Buñuel. Algunas de sus obras maestras están rodadas allí: Los olvidados, Nazarín, El bruto,…

En 1960 regresa a España para rodar un proyecto inclasificable, Viridiana. Esta película triunfa en el festival de Cannes pero es prohibida en España. Franco, que por lo visto era muy cinéfilo, ordeno quemarla después de visualizarla en la sala de proyección privada que tenía en el Pardo. “Que la quemen”, fueron sus palabras textuales.

A partir de ese momento se convirtió de nuevo en un exiliado. Esta vez en Francia. Diario de una camarera, Belle de jour. La fiebre sube al pan, La vía láctea, El discreto encanto de la burguesía (Oscar a la mejor película extranjera en 1973) son algunas de las obras rodadas en el país vecino. Durante este periodo hizo alguna que otra escapada a México, El ángel exterminador y Simón del desierto, o a España, Tristana.  

Buñuel, el niño que vivió el frio y que con el tiempo, siendo ya hombre aprendió a amarlo pasó sus últimos años en México, el lugar que mejor le acogió y al que más amo. En 1983 murió.

Fueron 83 años intensos. Desde los primeros sueños – una mano llena de hormigas- hasta sus más íntimos deseos, Ese oscuro objeto del deseo – “Esta vez has ido demasiado lejos”, firmado Mickey Mouse – toda su obra se resume en las siguientes palabras:

Humano, gracias al cine.   

“Tenía más de 25 años cuando leí por primera vez a Sade. Al leerlo me sentí profundamente asombrado. Los 120 días de Sodoma, que examinaba a la sociedad desde todos los puntos de vista, magistral, sistemáticamente y proponía una tabla rasa cultural, me había sido ignorada en la universidad. Me habían mentido. Ese fue el punto de inflexión”.

                                                                   Luis Buñuel, director de cine.