Nos estamos convirtiendo expertos en estar aburridos. Aprender a aburrirse es una buena técnica para sobrellevar la vida. No obstante, durante la pandemia, el aburrimiento se ha disparado hasta el infinito. Y ello ha conllevado una falta total de motivación. Ahora, que se tiene más tiempo disponible para hacer cosas, vivimos como bloqueados, sin ganas de hacer nada. Nuestra vida se esta convirtiendo similar a la de los zombis.
¿Qué día es? ¿Por qué estamos delante de la televisión sin darnos cuenta que estamos viendo? ¿Me levanto o me quedo en la cama? ¿Entrara algún cliente? ¿Estaremos perdiendo todos la razón?
Tranquilo, no eres el único al que le está sucediendo esta especie de catarsis mental. El malestar, el agotamiento, la depresión y el estrés han aumentado de manera brutal en los últimos doce meses, que se dice pronto. Si comparamos nuestro estado de ánimo este mes de abril con respecto al del año 2020 (días en los que estábamos confinados) las estadísticas nos mostrarán que la gente está mucho peor ahora que después de 40 días de encierro. Quitando a ciertos sectores de la sociedad que has sido unos privilegiados en esta pandemia, como por ejemplo los futbolistas, casi todos nosotros nos sentimos agotados y estresados por esta situación. Quien más y quien menos ha tenido un problema de salud, la pérdida de un conocido, menos ingresos y una mayor inseguridad ante lo que sucederá en el futuro. Incluso podemos decir que las personas que tienen trabajo son afortunadas, pero eso no significa que el trabajo sea tan agradable como en el pasado, en parte porque muchas personas no quieren hacer su trabajo. Algo ronda continuamente dentro de nuestro cerebro.
Según los expertos en psicología, cuando las personas pasan demasiado tiempo en una situación de estrés e incertidumbre desarrollan una apatía creciente a sentir placer con cualquier actividad de su vida. Esta es la razón por la que muchos de nosotros estamos perdiendo el interés en realizar actividades interesantes o en llevar a cabo proyectos que nos ayuden a desarrollar nuestras verdaderas capacidades. Si a todo esto le sumamos la inquina personal, las malas miradas, los policías de balcón y la falta de empatía, la situación se puede volver en un coctel explosivo difícil de controlar. No es ninguna casualidad el aumento del consumo de ansiolíticos y tranquilizantes en los últimos meses, lo cual no deja de ser “pan para hoy y hambre para mañana”, o lo que es lo mismo, crear una sociedad de adictos a todo tipo de medicamentos cuyas consecuencias veremos en los próximos años.
No creo que exista nadie que no admita que el último año ha sido el más difícil que ha experimentado en su vida. Todos hemos tenido que lidiar con situaciones nunca vividas pero tratando de seguir portándonos como seres humanos civilizados. Podemos tolerar el estrés en pequeñas cantidades, pero cuando se extiende durante el tiempo es muy peligroso para la dinámica de nuestro cuerpo y nuestra mente. Estamos tan perdidos que en realidad nadie sabe qué hacer para llevar esta situación lo mejor posible. Esto es lo que tenemos y ya veremos qué es lo que tendremos en el futuro. Yo, personalmente, no me siento muy optimista al respecto. ¿Por qué?
Pienso que de esta situación saldremos más “tontos” de lo que ya éramos antes. Eso de que esta situación nos hará reflexionar o cambiar nuestra forma de vivir no son más que sandeces. Al principio, cuando todo el mundo salía a los balcones a cantar el “Resistiré”, a mi me hacía gracia esa aptitud, discúlpenme, tan infantil de la situación. Ahora, pasados los meses, seguro que a nadie le hace ni puta gracia, ¿me equivoco?
Por otra parte, hay algunos que dicen que esta pandemia nos ha servido para aprender cosas nuevas, ¿Qué cosas? Yo no he aprendido, nada. Siempre se trata de ver algo positivo en las cosas y no, yo no veo nada positivo en esta pandemia. Para mí todo ha sido negativo: las muertes, la soledad, el distanciamiento, el teletrabajo, el consumo masivo de televisión, de internet, de alcohol, de comida, la invasión del monte de “pisapraos”, el absurdo y totalitario toque de queda, el auge de la extrema derecha, el estrés laboral (para quien conserve el trabajo), el endeudamiento de las generaciones futuras, la desesperante mascarilla,.. Sinceramente, no encuentro nada positivo en esta pandemia. Quizá lo único positivo ha sido la muestra de resistencia que tenemos los seres humanos aunque también tiene su lado negativo, ¿ha sido resistencia o sumisión?
Es lógico, por tanto, que muchos de nosotros estemos pasando una situación complicada. Nos enviamos mensajes de WhatsApp, vemos las noticias, pasamos horas delante del ordenador… pero la presencia física es imprescindible para desarrollarnos con normalidad. Lo otro es un sucedáneo. Sospecho que hay gente que se siente a gusto con esta situación. Para ellos no ha cambiado mucho ya que siempre han sido unos antisociales y han vivido en su cueva de trogloditas. Para otros muchos, entre los que mi incluyo, no poder ir a cenar y a tomar copas con los amigos, no poder viajar, no poder llegar a mi casa a las cinco de la mañana si me apetece, es un verdadero quebradero de cabeza.
En realidad hay una relación bastante estrecha entre el aburrimiento y la soledad. Por eso nos encontramos como nos encontramos.
Ángel Fernández.