Las «balas» las carga el diablo

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“Si no creemos en la libertad de expresión de aquellos que despreciamos, no creemos en ella en absoluto”. Noam Chomsky. Lingüista, filósofo y activista estadounidense.

Esta semana se ha dado un fenómeno que a muchos analistas políticos (y también ciudadanos) les ha dejado “pasmados”. Con la libertad por bandera, una de las personas más inútiles que ha dado la política en los últimos años ha arrasado en las elecciones de una comunidad de nuestro país. Cuando los ciudadanos de cualquier capa social depositan su confianza en una política que ha construido su ¿programa? en incentivar modos de vida basados en el individualismo y el consumo, una política que representa los valores más corruptos de un partido político, es que algo no funciona en esta sociedad. Siento decir que gracias al cultivo mediático convenientemente colaborador y una ciudadanía cada día “más ignorante”, esta comunidad ha regresado a rescatar unos valores que no tienen ningún sentido de estado.

En estas elecciones no se ha votado con la cabeza, se ha votado de manera visceral por el cansancio de la pandemia, y esto es muy peligroso. Todos los españoles estamos al borde de extenuación después de más de doce meses de restricciones y problemas económicos causados por algo impredecible como es una emergencia sanitaria. Sinceramente, pienso que estas elecciones han sido un nefasto homenaje a todos los muertos por la pandemia. La situación que hemos vivido, y que seguimos viviendo, no ha sido fácil para nadie, especialmente para los miles de madrileños que han perdido familiares por culpa de la nefasta gestión de la comunidad de Madrid. Hay que dejarse de medias tintas y hablar claro.

En Madrid, son miles de personas las que todos los días acuden a los bancos de alimentos para poder llevarse una comida al estomago. En Madrid son miles de personas las que esperan ser atendidas en una sanidad “publica” de calidad. Es más posible encontrarte con tu ex pareja que te atienda tu médico de cabecera. Que una política se ponga un chándal y se dé un paseo por los barrios más deprimidos de la ciudad no quiere decir que esa persona sienta alguna empatía con esos ciudadanos. Esto es pura demagogia.

La pandemia ha borrado de un plumazo la Gurtel. La Púnica, los Máster, los apartamentos de lujo durante el confinamiento y otros más chanchullos de la derecha más reaccionaria. El mapa de valores se ha podrido dentro de unas circunstancias muy concretas: una pandemia y una crisis económica nunca vivida por muchas de las generaciones actuales. El partido popular eligió el coronavirus como principal instrumento de enfrentamiento contra sus adversarios.

Espero encarecidamente que Madrid no sea un ejemplo del resto de España. Si eso fuera así, lo que nos espera es un desmantelamiento total del sistema social que tanto ha costado conseguir. Se trata de una nueva revolución conservadora servida en bandeja por culpa de un coronavirus que nadie esperaba y para el que nadie estaba preparado.  

Estas elecciones han demostrado que se pueden ganar unos comicios de manera rastrera. Ya se vio con el Brexit, ya lo vimos con Trump, y todos sabemos cuáles han sido los resultados. Ha sido la victoria de la anti política,  del desprecio al discurso de los demás, de la libertad mal entendida. Detrás de todos estos discursos se esconde una involución que puede ser dramática para la convivencia social de nuestro país.

Y es que los datos de Madrid son una evidencia del gran error que ha demostrado una ciudadanía que ha votado más con el estomago que con la cabeza, sin olvidar su falta de solidaridad con otros territorios del país.

 Se ha hablado mucho del “milagro madrileño”, y no existe tal milagro. Como mucho, la situación en Madrid está a la par del resto de España, ni más arriba ni más abajo. Lo que sí está claro es que “uno de cada dos hogares piensa que su situación económica puede resentirse en el futuro más próximo, solo el 50% está convencido de su estabilidad y el 20% cree que podría necesitar ayudas en el medio plazo”. Y esas ayudas por parte de la Comunidad de Madrid no se han visto por ninguna parte. Son las asociaciones vecinales, los propios vecinos, los que si se han movilizado para que nadie se quede atrás. Estos propios vecinos, llevaron el reparto de comida a las puertas de la sede del Ayuntamiento de Madrid para exigir que, tras un año, la corporación que dirige José Luis Martínez-Almeida les dé el relevo, el mismo que decía que ser “fascistas es un orgullo”.

Pienso que estas elecciones no tienen cabida en los análisis de los politólogos. Deberían de ser los psicólogos y psiquiatras los que realizasen un estudio en profundidad de por qué una de las comunidades preciadas de su alto nivel cultural han llegado a este punto.

Hace un montón de años un partido llego al poder con el 33% de los votos, más que ningún partido contrario. Los factores que influyeron la llegada de este partido al poder fueron una grave crisis económica mundial, el desprecio al pensamiento de los demás y la recuperación del orgullo como nación. Fueron muchos los ciudadanos los que apoyaron este movimiento que, en principio, abogaba por la libertad como anatema. Poco a poco fueron estableciendo medidas que finalmente terminaron en un enfrentamiento mundial en el que murieron millones de personas. La sociedad actuó como masa detrás de un líder extremo y estúpido.

Salvando las distancias, cuando una sociedad vota visceralmente y sin hacer una reflexión razonada del bien común las consecuencias siempre pueden ser impredecibles.

Puede que haya personas a las que no les guste este artículo. Espero que respeten esta opinión, de la misma manera que yo respeto sus continuos comentarios despectivos sobre una persona que va en una silla de ruedas, como también respeto  sus posturas políticas intransigentes con lo menos favorecidos. Por cierto, unas opiniones vertidas en muchos casos por personas que viven chupando de la teta de la vaca sin dar palo al agua.

 “España empieza en Madrid”. Esperemos que no, por la cuenta que nos trae.

Ángel Fernández, un hostelero de León.