«Beasts of No nation»: un retrato vivo sobre la guerra…

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«El hombre, se convierte en una bestia, la primera vez que sostiene un arma»

El pasado siempre regresa. Uno siempre ve al niño que fue en los ojos de su madre y si la posibilidad se presenta en los de su padre, como si se tratara de un retrato, o de recuerdos que se quedaron en el rostro de ellos. Quizá cuando éramos niños, éstos tenían un significado importante, hoy adolescentes o adultos dejan de tener esa relevancia y se dispersan entre lo que la memoria trata de guardar y reconfigurar en nuestro presente.

Pero que pasa con quienes de manera turbulenta dejan de recordar y se tienen que adaptar a una nueva realidad, o simplemente no tienen que recordar. El cineasta Cary Fukunaga en su película «Beasts of No nation» una adaptación de la novela bélica<<Bestias sin patria>>del escritor nigeriano Uzodinma Iweala, nos trae un manojo de historias que se juntan en un solo sentir, el de un grupo de jóvenes que en busca de la tan ansiada libertad, terminan siendo absorbidos por un agujero muy profundo y oscuro, agujero que tienen que conocer por las malas e históricas decisiones que muy seguido se le ocurre tomar a algunos líderes mundiales.

Por ejemplo, en Centroamérica nos quejamos bastante de haber nacido en el tercer mundo, porque nuestra  zona no es exactamente lo que quisiéramos y siempre vamos diciendo; «pero al menos no estamos como en África». Y es que esta comparativa entre un lugar y el otro no termina de estar muy lejos, ya que en la película nos encontramos la historia de niños que son obligados a ser soldados, dejándolos sin disfrutar de su infancia, de una escuela, de divertirse siendo niños para que después se enlisten en un pelotón de algún grupo armado o de mercenarios y terminen aprendiendo a colocar explosivos de largo alcance o jalar el gatillo de un AR15 y no, a escribir su nombre o pronunciar el discurso de graduación al final de sus estudios.

Más adelante la película nos va mostrando a través de los ojos de «Agu» como es en realidad la vida de un niño soldado, sin compasión, sin temor, sin derecho a controlar su vida. Aunque éstos jóvenes también sangran, son de carne y hueso, quienes los entrenan los obligan a  volverse unas verdaderas máquinas del asesinato, a cambio de salvar su vida o la de sus familiares. El autor a través del personaje principal también hace hincapié en preguntas fundamentales de la vida: ¿Dónde está Dios? ¿Por qué el sol ilumina tanto? ¿Qué hay más allá de nuestra existencia? «Agu» se cuestiona todo esto mientras ve a su alrededor el recorrido atroz de la crueldad y la sangre, mientras escucha en su día a día que su vida solo es importante para la guerra, que solo vive para su arma y para sus balas, que es un soldado y su única misión es obedecer.

Y es ahí donde automáticamente desaparece su libertad, y también un poco de su humanidad, ya que éstos grupos los alejan de sus familiares, de su vida común y corriente para volverlos autómatas de sus planes macabros, planes que incluyen desde organizar guerras civiles, saqueo de pueblos y ciudades, masacres, golpes de estado y asesinato de líderes importantes de los lugares aledaños o incluso internacionales para posteriormente llamar a esos actos, victorias para la libertad y un paso más para derrocar a los opresores.

La película es un drama bélico que nos invita a reflexionar sobre nuestra posición en el mundo, sobre las posibilidades que tenemos, de como usamos dichas posiciones y posibilidades para estar encima de otros y de como los escupimos y los aplastamos hasta que no quede absolutamente nada de ellos. No podría finalizar este artículo sin dejar claro que a pesar de su temática compleja, la oscuridad del guion y la crudeza de sus imágenes, la condensación que nos ofrece el autor en su película, es justa y necesaria para la reflexión en estos tiempos tan violentos, tiempos que, necesariamente han de cambiar, porque la humanidad está dando pequeños pasos y señales necesarias para hacerlo, aunque aún halla quienes han perdido la fé en ella y en todo lo que le rodea.