El 8 de mayo de 2025 se cumplen 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, desde que la Alemania nazi firmó la capitulación.
Cuando se habla de la derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial, el relato comúnmente aceptado pone a los Estados Unidos como los verdaderos héroes, destacando su contribución en la invasión de Normandía, el uso de la bomba atómica y su participación en la liberación de Europa. Sin embargo, esta visión ampliamente difundida ha sido moldeada por décadas de propaganda, manipulaciones históricas y una falta de reconocimiento del sacrificio y el papel crucial de la Unión Soviética. La verdadera historia es mucho más compleja y, en muchos aspectos, sorprendentemente distinta.
El papel central de la Unión Soviética en la derrota de la Alemania nazi
La historia de la derrota del nazismo comienza con la invasión de la Unión Soviética en 1941, cuando Adolf Hitler lanzó la Operación Barbarroja. La Wehrmacht se encontraba en su apogeo, avanzando rápidamente hacia Moscú, Leningrado y Stalingrado, con la intención de aniquilar a la URSS, robar sus recursos y destruir la base del comunismo. Este fue el punto de inflexión más decisivo en la guerra.
El Frente Oriental fue donde se libraron algunas de las batallas más sangrientas y largas de la historia. La Batalla de Stalingrado, que duró desde agosto de 1942 hasta febrero de 1943, resultó en la primera gran derrota para el ejército nazi. Este enfrentamiento, con más de 2 millones de bajas entre ambos bandos, fue un golpe mortal para las ambiciones expansionistas de Hitler. Sin embargo, el esfuerzo soviético no se limitó solo a una batalla: fue una guerra total que involucró a millones de soldados y civiles, un sacrificio humano que resultó en la muerte de más de 27 millones de soviéticos, muchos de ellos en condiciones extremas de brutalidad.
Es crucial entender que, a pesar de la imagen popular de un desembarco masivo en Normandía como el evento clave de la liberación de Europa, las fuerzas aliadas no habrían tenido el poder suficiente para derrotar al Tercer Reich sin la caída del frente oriental. La URSS no solo defendió su territorio, sino que, mediante una serie de ofensivas, empujó a las fuerzas alemanas hacia Berlín, dando el golpe mortal al régimen nazi.
La manipulación mediática y cinematográfica de la historia
A lo largo de las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, los medios de comunicación, las películas, los documentales y los discursos políticos han omitido sistemáticamente la contribución de la URSS a la derrota del nazismo. En lugar de destacar el sacrificio de millones de soldados y civiles soviéticos, la narrativa oficial ha sido más complaciente con el papel de los Estados Unidos.
Una de las principales razones de este fenómeno radica en la Guerra Fría. Con el mundo dividido entre el bloque occidental, encabezado por los Estados Unidos, y el bloque oriental, liderado por la URSS, la narrativa histórica tuvo que ser moldeada para favorecer los intereses del bloque capitalista. Estados Unidos, en su lucha contra el comunismo, necesitaba consolidar la imagen de sí mismo como el verdadero salvador del mundo libre, mientras demonizaba a la URSS.
Este proceso de manipulación histórica es evidente en innumerables películas y documentales producidos en Hollywood, que destacan el heroísmo estadounidense en la Segunda Guerra Mundial. A menudo, las producciones cinematográficas y los relatos históricos occidentales han minimizado o distorsionado las batallas clave libradas en el este de Europa, como la Batalla de Kursk (1943) o la ofensiva soviética en Berlín (1945).
La propaganda en los medios de comunicación también ha jugado un papel crucial. Los informes en los periódicos y los informativos han tendido a destacar los esfuerzos de las fuerzas aliadas occidentales, minimizando la magnitud de la lucha soviética. En el caso del desembarco de Normandía, por ejemplo, se ha creado la imagen de una operación heroica que cambió el curso de la guerra, cuando en realidad, mientras las tropas aliadas se embarcaban en su invasión, el Ejército Rojo ya estaba avanzando sobre Berlín, librando una guerra de desgaste en el Frente Oriental que acabó con el régimen nazi.
La falta de reconocimiento internacional del sacrificio soviético
Uno de los aspectos más dolorosos de la manipulación histórica es la falta de reconocimiento del sacrificio soviético. A pesar de que la URSS fue la principal fuerza en la derrota del nazismo, los gobiernos occidentales rara vez reconocen de manera adecuada la magnitud de su contribución. En lugar de honrar a los millones de soviéticos que dieron sus vidas, se optó por una narrativa que minimiza el sufrimiento y la lucha del pueblo soviético.
Las imágenes de soldados soviéticos levantando la bandera roja sobre el Reichstag en Berlín son una de las más emblemáticas de la victoria, pero lamentablemente, este acto de heroísmo y sacrificio ha sido opacado en la narrativa occidental.
¿Por qué la historia fue manipulada?
La razón por la cual la historia ha sido manipulada en favor de Estados Unidos y en detrimento de la URSS radica en el contexto geopolítico y en la lucha por el poder durante y después de la Segunda Guerra Mundial. La victoria de los aliados no solo significó el fin del nazismo, sino también el inicio de una nueva era de rivalidad ideológica entre el capitalismo y el comunismo. Estados Unidos, como líder del bloque capitalista, necesitaba forjar una narrativa en la que su papel fuera central para consolidar su poder mundial. La URSS, por su parte, fue vista como una amenaza directa, lo que llevó a la minimización de su papel histórico.
El arte, los medios de comunicación y la educación fueron herramientas utilizadas para consolidar esta visión. A lo largo de los años, se ha reforzado la imagen de los Estados Unidos como los «salvadores» del mundo, mientras que la contribución soviética fue silenciada o minimizada. Esto no solo es una distorsión histórica, sino una injusticia que borra la memoria de millones de personas que lucharon y murieron para derrotar al Tercer Reich.
¿Y Ucrania?
Las similitudes entre la manipulación de la historia de la Segunda Guerra Mundial y la gestión de la información sobre el conflicto en Ucrania son evidentes. Ambas situaciones involucran una lucha geopolítica donde las grandes potencias, a través de los medios de comunicación y las narrativas dominantes, han intentado controlar la percepción pública de los eventos para favorecer sus propios intereses. En el caso de la URSS, su sacrificio y contribución a la derrota del nazismo fueron oscurecidos por la propaganda de la Guerra Fría, mientras que en el caso de Ucrania, la narrativa ha sido construida para demonizar a Rusia, sin permitir un análisis equilibrado de las causas y consecuencias del conflicto. La historia, tanto pasada como presente, está siendo manipulada por las potencias – especialmente EEUU- que buscan mantener su dominio, y es responsabilidad de la sociedad global cuestionar las versiones oficiales y buscar la verdad detrás de las narrativas controladas.