Antoine de Saint-Exupéry: digno, valiente y de acción

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El peor comprendido, el más malinterpretado, desde comunistas a fascistas, anarquistas y burgueses, para todos ellos era su mensaje especifico. Piloto, escritor, inventor, dibujante. Indiferente hacia los nacionalismos delataba lo patético de los pasaportes, como buen francés.

La verdadera identidad de este hombre distorsionada por su propia leyenda y, sobre todo por “El Principito”, un libro que escribió con la intención de que todos los adultos repasáramos nuestra infancia, ese tiempo en que el todo era infinito como un elefante tragado por una boa representado en un billete de 50 francos, antes de que el euro nos lavara el cerebro.

Escribir no fue nada más que una consecuencia de volar. Morir a los 44 años en un vuelo no deja de ser una fatalidad de su época: 31 de julio de 1944, en plena segunda guerra mundial, un pequeño avión de reconocimiento desaparece en algún punto del Mediterráneo francés, la última misión como piloto de guerra – sí, piloto de guerra –  comprometido por cambiar el negro pesimismo, la mediocridad, la desesperación por encontrar un consuelo en medio de una depresión personal donde el azar seguramente nada tenía que ver con su destino. Todo era una declaración de intenciones “Sobre esta duna, los brazos en cruz y frente a esta bahía, esta noche no pesabas demasiado”. Alerones perdidos, motor en fallo, tormenta, un nombre demasiado sonoro.

Saint-Exupéry vivió en la nostalgia desde un principio. Sus inicios en la compañía Aeropostal Letecoère, cuando la aviación estaba en su tiempo fundacional, le harían entrar en la historia de los grandes mitos, de los que no habría de sobrevivir ninguno. Personalmente, sentía una deuda con aviadores como Guillaumet o Mermoz, un dato definitivo para pensar en “no haber aportado su parte de riesgo”, una idea que se convirtió en su obsesión.

Desde Francia a España, después África: nombrado jefe de la estación de Cabo Juby, tuvo que aprender a lidiar con los bereberes de los que aprendió la reflexión sobre el tiempo. De ese momento, entre bidones de gasolina y dunas inmensas surgieron novelas como Correo Sur, que le valieron encontrar un lugar en la historia de la literatura. Se trataba de contar lo que estaba viviendo, que posteriormente lo trasladaría a otros ámbitos como cuando fue nombrado director de la compañía postal en Buenos Aires. Es cuando escribe Vuelo de Noche, un relato donde describe la conquista emocional de los aviones, no por como acortan las distancia, si no por la magnitud que abarca desde el día a la noche, desde las cumbres de las montañas hasta el grisáceo mar profundo.

Cuando su compañía de aviación quiebra – viernes negro- y termina fundida por Air France, los horizontes de su destino entran en una tremenda vorágine. Primero como reportero en la Unión Soviética, después en la Guerra Civil Española, y posteriormente entregándose a la causa aliada en la Segunda Guerra Mundial.

“Tierra de los hombres” es la esencia del pensamiento de Saint-Exupéry y la manera extraña de describir una atmosfera que le perturbaba enormemente. Desconfiaba de los americanos aunque Piloto de guerra fue considerado por EEUU como “la respuesta europea a Hitler”. También de De Gaulle, al que veía más como un dictador al estilo de Franco, el nuestro. Cuando De Gaulle se fue haciendo con el monopolio de la resistencia, Saint-Exupéry siguió emitiendo sus dudas sobre el General.

De todas las maneras su labor literaria no se vio perturbada por estas dudas: su lucha y su empeño se adueñaban de los mandos del avión, su verdadera pasión. Y de la pluma, desde donde surgió una obra breve pero contundente, una obra que se ha convertido en universal con distintas lecturas pero con el fin de ensalzar la dignidad y libertad de todo hombre.

Saint-Exupéry murió, como todos tendremos que hacerlo en cualquier momento. Detrás de él dejo unos pocos libros, algún que otro invento, muchas horas de vuelo, y un grado de compromiso con la situación que le toco vivir.

Sí, este hombre escribió “El Principito”, un hombre digno, valiente y de acción.            

Ángel Fernández, en Invernalia, Noviembre de 2020.