“Es tan corto el amor y tan grande el olvido”, Pablo Neruda

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Leía esta semana en El Semanal de mi periódico de cabecera, un artículo de Rosa Montero sobre el tema del aumento de los divorcios a raíz de la pandemia.

El caso es que, debido a los últimos acontecimientos, ha habido un repunte en las consultas sobre información de los trámites de divorcio. Pero parece ser que la cosa queda sólo en consulta, puesto que el desembolso que supone disuade a muchas parejas a incrementar sus gastos, y más ahora, con la crisis que tenemos encima y la pérdida de puestos de trabajo.

Generalmente, la época típica de divorcios es en septiembre, después de la convivencia de las vacaciones, y también hay un pico en diciembre; por los roces familiares. Estos datos no me los invento yo, son sacados de las estadísticas de la Asociación Española de Abogados de Familia (AEAFA). Lo que viene a decir, es que hay un alto porcentaje de parejas (exactamente el 57,2 % de las parejas españolas, según Eurostat) que cuando están juntas más tiempo del necesario: desayuno, cena y cama, se monta “La guerra de los Rose” y se terminan tirando las perolas a la cabeza.

España es el tercer país europeo cuyos enlaces acaban como el rosario de la aurora. Decir que,  el que encabeza el ranking es Alemania. Nosotros tendremos poca paciencia, oiga, pero los alemanes no deben aguantar un mal cuesco, y permítanme la ordinariez.

Otras de las consultas que la AEAFA está recibiendo de forma masiva son las peticiones para reducir o incluso extinguir las pensiones alimenticias de los hijos y las compensaciones económicas a la expareja, debido a la pérdida de ingresos provocada por el Covid-19. Por lo que se aboga es por el acuerdo, antes de llegar a la vía legal, también porque se prevé un colapso en nuestro precario sistema judicial español.

Otro caso muy diferente, es uno aparecido recientemente en prensa. Muh, un joven indonesio se divorció a los 2 días de casarse, porque descubrió que su amada Mita, era en realidad un hombre. ¡Hijo de mi vida! pero como no te diste cuenta qué era gavilán y no paloma… ¿pero estos indonesios ni siquiera se meten mano?

Es curioso como uno/a se enamora, proyecta una vida, un futuro, ilusiones, se casa, a veces hay hijos… y se entra en una rutina, de la que sale en un momento dado, y todo cambia.

Yo soy de las que pienso que la vida es para vivirla acompañado, no para estar solo; pero ciertamente, para estar “bien” acompañado, no para pasarlo mal.

C´est la vie.