La pandemia del verdugo invisible

Comparte

Por primera vez en la historia de este milenio la sociedad está viviendo una situación que pasara a la historia –quien sabe como acabara todo- como uno de los momentos donde el ser humano maniatado puede, con solo cerrar los ojos, hacer saltar al mundo.

El enigma de esta situación va a estribar en los círculos marginales que a estas alturas, más bien bajuras, uno ya no está seguro de que tiene que ver con toda esta mierda que nos rodea. Hablo de esto a razón que esta noche leyendo un artículo de Luis García-Berlanga, hablando sobre su película El Verdugo hacia una reflexión sobre la intención de la obra: en el fondo la critica a la pena de muerte sólo era una segunda lectura, siendo su primordial mensaje “la imposibilidad del individuo a acceder por sí mismo a un bienestar soñado y libre, al ser imposible deshacerse de las trampas continuas y las trabas que la telaraña de la sociedad teje a nuestro alrededor”.

Y es un tema, qué por desgracia, nunca ha dejado de estar de actualidad. Lo peor de todo es que ya no hay ninguna esperanza de solución.  Cuando Berlanga rodo esta película no trato de hacer una reflexión sobre la sociedad. Toda la idea surgió de una imagen, sobre un relato que le hicieron sobre la ejecución de la célebre envenadora de Valencia. Eso del reo arrastrado a la muerte por un grupo de personas mientras, más atrás, otro grupo arrastraba al verdugo para que “ejecutara” su trabajo es cristalino, perfecto, muy español.

Como ocurre con los magos de salón es imposible saber como el coronavirus ha logrado una ilusión tan perfecta. Pienso que, sobre todo, lo que trasciende es el miedo a la enfermedad, o incluso peor, la propia muerte. Continuamente nos dan números de personas fallecidas pero ningún dato más: ni edades, ni patologías, ni circunstancias,..  Berlanga era un genio pero Hitchoc k sería es más indicado para en un futuro dibujar con su cámara todo lo que estamos viviendo y de esa manera mostrarnos una verdad oculta entre bambalinas.

La enfermedad está presente, los muertos escondidos y las consecuencias de toda esta situación se empiezan a apreciar en las calles y en las miradas. Siempre he sido un enamorado de la cultura en todas sus vertientes, me ha ayudado a vivir con dignidad de manera humilde. He pasado momentos emocionantes entre el infierno y el paraíso, visualizando a altas horas de la noche joyas cinematográficas, perdiendo la vista con libros emocionantes,.. En fin, un mundo personal muy intenso animado por las fuentes donde podías respirar un poco de aire puro. Ahora todo es cutre y simple, un producto para digerir sin comerse mucho el coco. Quien iba a pensar que llegaría un virus “invisible” que nos pondría en nuestro lugar, entre el delirio y la perplejidad.

Todo esto no es más que una opinión ante una imagen, una opinión que naufragará como muchas otras en la complejidad de los sentimientos, del odio, de la última morada que descubre el hombre atemorizado de su propia soledad en un mundo incompresible, del cual, manifiestamente reniego aunque no tenga más opción que aceptar, luchando.