Una democracia tutelada, que no plena

Comparte

Durante años, pocos han atendido los múltiples toques de atención que han tenido cabida en nuestro país con respecto a la transición democrática. Se ha visto una y mil veces, y lo seguimos viendo: nuestro presente y quizá nuestro futuro se lo han cargado los trucos de la transición democrática, orquestados por una generación que en muchos aspectos huele a los privilegios que gozaban durante el anterior régimen.

El control de los grandes medios y la manipulación de la opinión pública, mediante el uso de las cloacas del poder y los grandes poderes económicos, han tratado de aniquilar a cualquier precio los movimientos ciudadanos independientes y progresistas.

Gracias a este contexto hoy gozamos de ciertas libertades pero en absoluto de una democracia plena. Lo que tenemos es una democracia tutelada y a la medida de unos pocos, donde no existe igualdad de oportunidades ante la ley. El poder político está copado por los mismos de siempre bajo el yugo de una monarquía en quiebra. Entre todos han asesinado la posibilidad de que surgiera un relevo desde la propia sociedad.

Mientras los cadáveres políticos tratan de imponer las directrices de un futuro cada día más incierto, los poderes mediáticos juegan a despistar para que no se propicie una sociedad civil independiente del poder político y los grandes lobbys económicos. La mayoría de los medios están copados por periodistas a sueldo y la justicia solo responde a los intereses políticos de uno u otro partido. Las desigualdades sociales aumentan día a día, llevando a parte de la población a vivir en los límites de la pobreza.

La educación se esta convirtiendo en el privilegio de las familias con poder adquisitivo: mientras muchos niños tienen que sufrir una educación, ya sea presencial u online, cada día más deplorable, las elites envían a los suyos a colegios privados “tintados de progres” con los recursos que le proporciona un sistema fiscal injusto y desproporcionado.

Esta pandemia nos ha demostrado como funciona esta democracia. Los sectores más perjudicados se han visto completamente abandonados por el poder, mientras parte del sector publico ha visto como se han aumentado sus sueldos, especialmente el que tiene que ver con la administración de la llamada “plena democracia”.

La libertad de expresión

Bien es verdad que vivimos inmersos en un sistema que garantiza la libre opinión pero que actúa arbitrariamente a la hora de censurar según que opiniones. Se ve continuamente en las decisiones judiciales con respecto a qué tipo de opiniones y quien las realiza. Aún no estando de acuerdo con ciertas opiniones manifestadas por músicos o artistas sobre el funcionamiento de nuestra democracia, no entendemos como a unos se les condena a la cárcel, y a otros, con manifestaciones como “había que pegarles un tiro en la cabeza a 26 millones de españoles para terminar con el problema”, se les gratifica con jubilaciones anticipadas y pensiones máximas garantizadas de por vida. Evidentemente hay un doble rasero a la hora de juzgar a quién y qué tipo de declaraciones hacen unos y otros.   

Los nuevos movimientos sociales están bajo amenaza porque están perdiendo su libertad al caer en manos de intereses políticos cada vez con menos planteamientos, o con discursos vacios de contenido.

Resulta muy difícil no caer en posiciones más pasionales que las que determinan un sistema democrático de todos y para todos. Todos los días, las noticias “cocinadas” en las redacciones de los medios de comunicación no hacen más que realizar un lavado de cerebro a sus lectores o telespectadores. Con ello, lo que están consiguiendo es la total pérdida de credibilidad, el auge de posturas radicales o nacionalismos trasnochados, el asco y las nauseas por la información.

Si realmente queremos hablar de democracia plena deberíamos hacer todos un análisis profundo de empatía hacia los sectores más perjudicados, un acuerdo de concordia entre diferentes tipos de opinión y, sobre todo, cultivar una cultura critica y adulta que convenza a la ciudadanía sobre el contexto de que todos somos iguales ante la ley, que los derechos fundamentales de una sociedad se basan en la igualdad de oportunidades. En suma, que nadie se va a quedar atrás y que no existen privilegios de unos sobre otros.

Esto sería lo deseable. Sabemos que no va a ser así. Tu hijo, por mucho que luches y lo desees, nunca va a tener las mismas oportunidades que los hijos de los que se sienten en armonía con – esta-, su “democracia plena”. Da miedo reconocer, desde los valores de la igualdad, el diagnostico de cuanto acontece en las esferas de la administración de este país.

Que al menos nos sirva de consuelo el poder opinar libremente sobre ello sin recibir represalias de un sistema construido a la medida de conciencias podridas.

La democracia nunca es perfecta pero siempre ha de ser una utopía moral.