Meteoritos: la amenaza constante

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Recuerdo que fue una noche de verano muy calurosa. La oscuridad reinaba en el valle y el cielo estaba completamente estrellado. De repente, durante varios segundos, todo a nuestro alrededor -mi perro y yo- se cubrió de un intenso resplandor. Solo me dio tiempo a volver la cabeza y vislumbrar la estela de lo que debía de haber sido la entrada de un meteorito en la atmosfera terrestre. Ambos nos quedamos paralizados atenazados por el miedo. Desde ese día miro incesantemente hacia el firmamento en busca de revivir la misma experiencia. Hasta el día de hoy no se ha vuelto a producir pero la esperanza es lo último que se pierde. Espero, también, que no sea lo último que vea.         

La pandemia ha puesto en evidencia la fragilidad de la existencia humana pero existen otros fenómenos que podrían acabar con la vida en la tierra tal como la conocemos. Son los cometas, asteroides, meteoritos o como se les quiera llamar.

Los meteoritos suponen una constante amenaza para la supervivencia en nuestro planeta. Se tienen evidencias científicas de que la desaparición de los dinosaurios fue debido a la caída de un asteroide sobre la tierra. ¿Estaremos los humanos preparados para un nuevo impacto de tales dimensiones? Es posible que en las próximas décadas tengamos que tomar la decisión de si desviar o no un asteroide amenazador sea lo más adecuado, y cómo hacerlo. 

En 2004 se localizo un asteroide al que se le puso el nombre de Apofis (el “destructor” en el antiguo Egipto). Su tamaño es de 274 metros y pasara cerca de la tierra en 2029 y en 2036. Aunque la probabilidad de que impacte sobre la tierra es de una entre 45.000, existen miles de asteroides más que hacen que la probabilidad de que, en su camino, la tierra se tope con ellos aumente de manera considerable.

Más de 6.000 asteroides han sido localizados circulando a poco menos de 200 millones de kilómetros alrededor del sol. Para hacernos una idea de su proximidad solo hay que pensar que la distancia entre la tierra y el sol es de 150 millones de Km., que en términos astronómicos es lo que se denomina “una unidad astronómica”.

Para la tierra se consideran potencialmente peligrosos los que miden más de 140 metros de diámetro y pasan a menos de 8 millones de kilómetros de la órbita terrestre. El Apofis es uno de ellos. Sin embargo, los observadores no descartan la aparición de más asteroides que sean una amenaza mayor para el planeta.

Gossess Bluff: hace140 millones de años un meteorito abrió un agujero de 23 km. de diámetro en Australia

Se calcula que unos 10 millones de asteroides y cometas deambulan por el espacio exterior. Eso como mínimo, y un espacio más o menos conocido con detalle. De  vez en cuando alguno que otro se cruza en nuestro camino y los resultados suelen ser nefastos.

Uno de los impactos más impresionantes de los que tiene conocimiento real el ser humano se produjo el 30 de junio de 1908. En realidad no fue un impacto ya que el asteroide estallo sobre la tundra Siberiana devastando un área de más de 2.000 Km2. Impactos como el de Tunguska no son muy frecuentes. Tampoco se puede aventurar que no se produzcan fenómenos de mayor magnitud.

Otro de los impactos conocidos sucedió en la actual ciudad de Washington, dejando un cráter de 85 Km. bajo la bahía de Chesapeake. En 1972 un objeto de unos cinco metros de diámetro y 150 toneladas de peso atravesó tangencialmente la atmósfera superior sobre las llanuras de EEUU. En este caso siguió su camino y no se vio atraído por la fuerza gravitacional de la tierra.  

Pero el más famoso es el coloso de casi 10 Km. de diámetro que cayó en el golfo de México hace 65 millones de años. En ese impacto se libero una energía  miles veces superior a todas las bombas atómicas existentes en el planeta. Ese día, y en los meses posteriores, se extinguieron un 75% de las especies vivas, incluidos los dinosaurios. La escena debió de ser espectacular: cuando el asteroide choco contra el lecho marino a 5.000 metros de profundidad, otros cinco kilómetros sobresalían de la superficie del mar, perdiéndose su vista en medio de las nubes.

El mayor cráter de impacto sobre la Tierra es el cráter de Vredefort, cerca de Johannesburgo, en Sudáfrica

Actualmente, la mayoría de los cuerpos celestes de dimensiones reducidas, capaces de destruir una megaurbe, no figuran en los sistemas de alarma de los observatorios astronómicos. Según las estadísticas “cada mes se descubren más de 2.000 asteroides con una probabilidad entre 1.000 de impactar contra la tierra”. Si un día apareciese uno de las mismas dimensiones como el que cayó en el Golfo de México, nuestra civilización no estaría preparada para poder desviar su trayectoria, y en el peor de los casos, sería casi imposible evitar la supervivencia de nuestra especie. Lo que está muy claro, y así lo afirman la mayor parte de los astrónomos, es que el encuentro será inevitable. Puede que nosotros y varias generaciones más no lo veamos. Será dentro de 50 años o 1000, pero tarde o temprano sucederá.     

La ciencia avanza a pasos agigantados. Es posible que llegue un momento en que el mundo esté preparado para evitar la catástrofe. Todos los días, decenas de toneladas de material cósmico se desintegran en las capas superiores de la atmosfera terrestre. Muchos de estos restos, con el tamaño de un puño, acaban desperdigados por distintos lugares del planeta. La posibilidad de que alguno acabe sobre la cabeza de un humano es ínfima. No hace muchos años en Madrid (España), una de estas pequeñas rocas atravesó la luna del parabrisas de un vehículo que circulaba por una carretera secundaria. Dentro de la mala suerte, el conductor del vehículo lo pudo contar ya que el impacto se produjo sobre el asiento del acompañante. El 21 de enero de este año una gran bola de fuego fue visible en todo el país. En este caso el meteorito se desintegro al entrar en la atmosfera a más de 100.000 km. de velocidad.

Hoba Oeste en Namibia

Una mañana de principios de enero de 2006, en un viaje por Namibia, tuvimos la oportunidad de visitar el Hoba Oeste, el mayor y más pesado meteorito encontrado en la tierra hasta este momento. Este meteorito fue descubierto en 1920. Se estima que su formación se origino hace 300 millones de años y que lleva en el mismo lugar desde hace 80.000 años, que es la fecha más probable de su impacto contra la tierra. Gracias a que la atmosfera terrestre pudo desacelerar el meteorito y este entro en velocidad terminal, no formo ningún tipo de cráter ni se desintegro en el aire. Según ponía en los carteles de información, el meteorito fue descubierto por el dueño de la finca mientras removía la tierra con un buey. En su mayor parte está formado de hierro y níquel. Ha sido una de las cosas más impresionantes que he visto en mi vida. De una dureza extrema – hay marcas sobre el meteorito de personas que han intentado llevarse un trozo, pocos lo han conseguido- uno se puede imaginar lo que sucedería si un meteorito de mayores dimensiones colisionara contra la tierra.  

Detalle del Hoba Oeste (De Damien du Toit – originally posted to Flickr as Hoba meteorite, Grootfontein, CC BY 2.0,)

En 1994, la astrónoma Carolyn Shoemaker descubrió un cometa que puso de manifiesto la amenaza cósmica que pesa sobre todos nosotros. Se trataba de una de las partes de un cometa mayor, el Shoemaker-Levy 9 (a los cometas y meteoritos se les suele poner el nombre de sus descubridores), que en 1992 se había acercado demasiado a Júpiter. La inmensa gravedad del gigante anaranjado lo había despedazado en docenas de pequeños asteroides que golpearon sucesivamente la cara oculta del planeta. Uno de los impactos creo ondas de choque superiores a tres veces superiores al tamaño de la tierra. Para los astrónomos fue algo impresionante y, a la vez, temeroso.

Si un cometa de estas dimensiones se acercara a la tierra poco podríamos hacer. Los creyentes rezarían, y los demás cogeríamos el “colocon” del siglo. Sin embargo, hay otros miles de asteroides, de menor tamaño (de hasta un kilometro y medio de diámetro) que si podríamos desviar de su trayectoria, o al menos intentarlo. Lo importante, como los problemas en la vida, es verlos venir.

Actualmente ya hay proyectos en marcha para evitar un fatal destino para la humanidad. En las próximas décadas quizá se tenga la tecnología adecuada para poder desviar la trayectoria de uno de estos cometas. Ya sea posando una nave sobre ellos, posicionándose a su lado o bombardeándola con armas nucleares, hay que encontrar una solución. La NASA ya ha chocado a propósito naves contra cometas para estudiar los efectos. Los resultados no han sido muy satisfactorios. Quizá la mejor opción,  aparte de la nuclear, sea la de desarrollar propulsores de plasma, que colocados al lado del asteroide puedan arrástralo hacia orbitas más seguras.

Puede ser que Apofis sea la primera prueba a la que nos tengamos que enfrentar en un futuro. Hasta ahora se investiga cuales podrían ser sus trayectorias futuras. En 2029, cuando pase junto a la tierra, hay una pequeña probabilidad de que la fuerza gravitacional de la tierra lo atrape y empuje a una trayectoria que podría ser fatal en su próxima visita en 2036.  Hay muchas profecías al respecto sobre el fin del mundo. Tirando de nuestro escepticismo optimista esperemos que esto no suceda. De los que vengan cientos de años después ya no habría que preocuparse. Posiblemente ya nadie habite este maravilloso planeta.  

Ángel Fernández.

Fuentes: National Geographic, Nature, Wikipedia