Fogonazos mentales en los cafés

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Todo se ha dicho en un café, ya sea aquí o en Madrid.  A cualquier hora del día y de la noche. Incluso en las épocas duras como al actual, donde los cafés languidecen sustituidos por terrazas observatorio y dudosos lugares llenos de pantallas sin sentimientos.

Los cafés siempre representaron la medula espinal de la vida intelectual, de la crítica razonable hacia las leyes establecidas. De un tiempo hasta el presente, la catástrofe de su desaparición es más que evidente. Nadie ha sido consciente del significado que los cafés tienen en la vida social de cada ciudad, cada pueblo. También resulta evidente que la decadencia y desaparición de los cafés va unida intrínsecamente a la decadencia personal de cada uno de nosotros.

Pocas personas son conscientes de que por los cafés entro en España el espíritu de la Revolución Francesa, se configuro la Ilustración, se sentaron las bases para que en nuestro país de asentara la democracia. En este sentido, se puede afirmar que la gran beneficiada de la existencia de los cafés ha sido la cultura española, ya que en estos lugares de establecieron pautas para conseguir, de una manera u otra, que la vida europea se colara en las mentes de muchos intelectuales. Sera por eso por lo que muchos de los interesados por mantener el “Status Quo” de la dictadura optaban por visitar mas los prostíbulos que los locales humeantes donde se hablaba de todo lo que estos no querían ni oír hablar.

Podríamos aventurarnos a decir que sin los cafés no puede explicarse la vida de nuestro país. Los cafés han sido los bares ilustrados y han simbolizado en su origen cualquier evolución hasta en la política de cada localidad. Hoy en día, cuando la mayor parte de los intelectuales han desaparecido de la vida pública y se refugian, tristemente, en sus despachos o cuentas de twitter,  donde parece ser de dan las conversaciones más interesantes, pensar en el pasado de los cafés es un acto de melancolía.

Café de Levante, Madrid.

Aquellos tiempos fueron fascinantes. Jóvenes con ganas de comerse el mundo y luchar por la libertad llenaban los locales. En los cafés se mezclaba todo tipo de personajes: desde el jacobino más radical a masones comprometidos con los nuevos cambios. A los cafés llegaron los exiliados de la república; en los cafés, los burgueses acomodados acabarían siendo leyenda. Todo era posible en los cafés. Grandes escritores fueron tertulianos habituales en estos lugares: Antonio Machado, Valle Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Eugenio D´Ors,.. En estas tertulias – eran de muchos colores – se palpaba la vida social y política de cada ciudad. Eran centros de discusión, intercambio de ideas y hasta de burlas. Decía Gómez de la Serna “que no solo soy un asiduo de estos locales por las tertulias. En el Pombo -su lugar habitual- tengo más comodidad que en mi propia casa: una luz estupenda y no se me enfrían los pies”.

Si hay una cosa en la que el español rinde como nadie es en el hablar. Últimamente se echa de menos esas conversaciones, que en algún momento podrían llegar a ser airadas, pero conversaciones al fin y al cabo. Por desgracia, ahora las miradas y las palabras reinan en las pantallas de los móviles. Sin embargo, los cafés fueron, y esperemos sigan siendo, el testimonio vivo del alto rendimiento intelectual de muchos de sus parroquianos. Cuando la noche llegaba, después de una tarde aderezada con tazas humeantes y vasos de licor, era cuando la tertulia y la vida alcanzaban su máximo esplendor.   

Fueron días memorables en muchos de los cafés que había desperdigados por la geografía española. Madrid se llevaba la palma: El Pombo, Las salesas, Lisboa, Regina, El Colonial, Nuevo Levante, La Española, El Gato Negro y tantos otros locales de la capital marcaron una época irrepetible en la historia de España. En Barcelona otros marcaron su propia historia como el Gran Café Español, el Maison Dorée o el London Bar. Muchos de ellos tenían tintes modernistas en su construcción, una época en la que la ciudad se estaba modernizando, tanto a nivel social como artístico.

Con la llegada de la República se llego al final del “siglo de oro” de los cafés. Las dos Españas, que habían rivalizado con palabras sobre las mesas de mármol, cogerían ahora las armas para destrozarse en las trincheras.

Cuando la guerra termino, los cafés ya no eran lo que siempre habían sido. Camilo José Cela retrato con maestría en La Colmena la atmosfera de decadencia y miedo que correspondían a la época. Si bien es cierto que los escritores seguían acudiendo, el ambiente ya no era el de antaño. Seguían escribiendo en sus rincones preferidos acumulando deudas que nunca pagarían, incluso sin perder la elegancia en el comportamiento y el vestir. Se percibía la huella que la Guerra Civil había producido en todos ellos. Las noches esplendorosas desaparecieron para ser reemplazadas por mañanas donde primaba la propia supervivencia.

Con los años, muchos locales desparecidos dieron paso a otros nuevos. Las tertulias siguieron, los tertulianos se reciclaron. La vida seguía.

Actualmente, lo más preocupante es rescatar una de las esencias de la propia historia de España como es la tertulia. Estos lugares fueron nidos de convivencia, de tolerancia y de intelectualidad. Ahora los discursos grandilocuentes no dejan cabida a la vida cotidiana ni a las conversaciones mínimamente interesantes.

Set portes, en Barcelona.  De Tamorlan – Trabajo propio, CC BY 3.0

Como muestra de respeto a estos “lugares” claves en la cultura de nuestro país, bien valdría pensárselo bien antes de seguir asumiendo el sometimiento al que está derivando nuestra sociedad. Perder algo tan sustancial a nuestra manera de convivir será irremplazable y bastante menos interesante. Los cafés y tabernas siempre han sido una muestra de la convivencia española. Aunque substraerse del ambiente general es tremendamente difícil, sustituir estos lugares por modernos Gastrobares o franquicias sin alma convertirá la Historia con mayúsculas en un vago recuerdo del pasado.  

           “El café es como una gran feria en la cual se cambian infinitos productos del pensamiento humano. La mitad por lo menos de la historia española del último siglo se ha fabricado en los divanes de los cafés. Quitadles los divanes de los cafés al siglo XIX y ese siglo pasará ser ininteligible. En el XX siguen los cafés operando directamente sobre la historia de España”. Benito Pérez Galdós

Ángel Fernández.

Lecturas recomendadas:

“Madrid, bodegones, mesones, fondas y restaurantes”. Lorenzo Díaz.

“Barcelona. Ciudad De Cafés”. Paco Villar.