La importancia de la cultura contra la gilipollez

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Llevo tiempo dándole vueltas, y no me gusta. Como cualquiera puedo estar equivocado, pero el paisaje no es alentador. Y no es que me haya dado un fogonazo Telecinco haciendo zapping. En realidad tengo la sensación de que el mundo se simplifica de modo equivocado y que nadie quiere comprender que todo es muy diverso, que no hay blanco y negro, que son los tonos grises los que nos ayudan a comprender mejor esta vida tan absurda.

Hoy no es así: todo se resume en cuestiones simples y desoladoras, tuiteos de algún iletrado, tertulias de interesados en programas de televisión o payasadas en sensación de vivir bis, sin olvidar los perfiles en redes sociales que lo único que producen son ganas de desconectarse del mundo.

Es posible que a muchos de nosotros nos educaran para un tiempo que ya no existe. También es posible que todo sea una consecuencia de ir cumpliendo años, de tener más pasado que futuro, todo es posible. En conjunto, salvo escasas excepciones, es difícil encontrar en estos tiempos alguna persona con la que mantener una conversación interesante, una mirada sin palabras pero llena de complicidad. Lo normal es un continuo “qué hay de lo mío”, una mirada frívola de la vida, un completo desencuentro con la empatía. Y no tengo muy claro si esto es el resultado de los tiempos oscuros que nos ha tocado vivir o, por lo contrario, una completa falta de interés por aprender, por solarizarse con quien lo está pasando mal, o lo que es más grave, una completa sumisión a los cánones que marcan las nuevas directrices de la sociedad.

La nueva vía abierta por los medios de comunicación, las redes sociales, las plataformas televisivas, etc… son indiscutibles. Es como si la vida misma se hubiera convertido en un parque temático sin apenas sustancia. Atrás queda el tiempo donde nada era una flecha continua hacia su objetivo. Atrás queda todo aquello por lo que soñamos y luchamos, y el presente se nutre de ansiedad que no sé porque en este momento se traduce en hastió y decepción.

 Ahora es el momento donde vivir no sea una obligación, como nos quieren dar a entender, sino una emoción. No hay razón para que empleemos nuestro tiempo en temas frívolos y vanos, en historias que no llevan a ninguna parte. Tampoco hay razón para dejarnos embaucarnos por cuatro intelectuales que lo único que pretenden es alimentar su propio ego. La vida está llena de trampas, mentiras, desengaños, espejismos. En el fondo la vida es una historia de perdedores, y eso es muy amargo. Contra la decepción de ello nos quedan los sueños, a pesar de todo hay que seguir adelante. Lo que tenemos que reflexionar es como hacerlo. Casi todos los que tenemos la necesidad de decir y hacer algo siempre estamos escribiendo la misma historia, nos repetimos continuamente. Aun así, poder contemplar el mundo con las manos llenas de callos, agrietadas por el trabajo, le da a tu vida un toque de elegancia. Y de humor, que no falte: la persona que está siempre seria demuestra que no ha comprendido nada de nada.

Hay muchos mundos posibles y soy optimista respecto a algunos futuros, los que me gustarían que existiesen. Ahora nos pintan un futuro posible muy pesimista, con gente que almacena armas y alimentos, gente que se prepara para situaciones apocalípticas, que se encierran en su burbuja y no se relacionan con nadie salvo su entorno similar, cataclismos energéticos y falta de suministros que a los que únicamente benefician es a multinacionales y especuladores. Personalmente no quiero saber nada de eso: si vives pensando en esa realidad, terminarás haciéndola posible. Además, nuestros hijos no se lo merecen.   

Quién sabe, quizá nos encaminemos a un Mayo del 68 posmoderno y no nos hemos dado cuenta. Las fuerzas ciegas que hace unos años parecían gobernar el mundo han demostrado ser en definitiva bombas de relojería, capaces de estallar en forma de conflictos salvajes y incontenibles. Los fantasmas que parecían conjurados definitivamente vuelven a hacer sentir su presencia en los mismos lugares y bajo las mismas formas. A esta situación, cuya realidad produce espanto y cuya evolución todo el mundo teme, la actitud de una irónica resignación no hace más que irritarme, y lo digo sin ningún tipo de autoridad moral, ojo.    

No me propongo hacer vaticinios ni ofrecer recetas. Sólo pretendo hacer un balance de la situación: se avecinan tiempos difíciles y lo importante es enfrentarse a la situación con un poco de cultura y bastante menos gilipollez.      

Quizás ahora sea una buena ocasión para pensarlo y poner cada uno de nosotros nuestro «granito» de arena, empezando por los privilegiados del sistema.

Ángel Fernández, en Invernalia Octubre de 2021. 03:00 A.M. ¿Tiempos de pandemia?