La vida es brutal

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Las crisis se producen cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer. En este mundo actual sobreviven juntos ambos aspectos: muerte y nacimiento.

Muerte de los viejos libros, de los pequeños momentos intrascendentes en bares oscuros al ritmo de antiguas canciones; nacimiento de una incultura digital. Fuerzas opuestas como la de los nacionalismos exacerbados y esas nuevas conciencias ecológicas, sostenibles y planetarias.    

En este escenario, o estercolero, agónico y demasiado complejo para los sencillos se hace patente, y presente, el drama de la humanidad: hacerse más humana o claudicar.

Empachados de utopías, las del pasado siglo y las del presente, los egoístas se encierran en su granja a cuidar de sus cerditos, vigilar sus cuentas corrientes sin necesidad de reforzar su pensamiento, de redefinir su finalidad en la vida, y mucho menos de refundarse como seres humanos. A los españoles- y europeos en general- les espanta la idea de pensar en su destino. Preguntarse qué quiere decir humanizar el entorno no parece precisamente ocioso para ninguno de nosotros.   

Aquí vamos viviendo entre trago y trago, hasta que nos den las cinco de la mañana. Naturalmente, los problemas surgen cuando decidimos que no podemos dormir sin esa pastilla milagrosa o esa mierda de serie en streaming.

Este sábado murió un mendigo, otro más. Por un momento me encontré solo y a tientas – maldita sociedad del 2022- buscando una respuesta a esta falta de humanidad, a este sin sentido. Da igual que fuera empiece a clarear: mi mente no puede olvidar que esa misma tarde me cruce con él. Mantenía la mirada perdida como si supiera de antemano que esa sería su última tarde en este mundo de mierda. Esa noche, cuando lo encontraron muerto en la sucursal bancaria – tiene guasa el tema-, sentí dentro de mí las miserias de la salvación y miedo, mucho miedo, pensando en lo que nos estamos convirtiendo, nosotros, los que antaño nos considerábamos los insumisos de Numancia, y ahora no somos nada más que títeres en manos de unos tecnócratas deshumanizados e individualistas.

“La vida es brutal”. La frase es un machetazo en la conciencia de cada uno de nosotros.

Ángel Fernández, en Invernalia, enero de 2022.