Un artículo firmado por Laly, de su experiencia vivida en Bulgaria. Posteriormente vivió en Rusia y actualmente en Alemania. Volverá a España, al tiempo. Eso sí, hablara idiomas como nadie.
Si coge usted una guía turística, o si se informa en una agencia de viajes, en pocos minutos conocerá donde está situado exactamente el país que desea visitar, cual es su extensión y cuantos sus habitantes, los hoteles más reputados y sus precios, los monumentos y museos más famosos en las principales ciudades y pueblos. Hágalo por favor con Bulgaria. Conocerá así (en general, por supuesto) la antiquísima cultura de este país, la riqueza de sus restos tracios y romanos, la magnificencia de sus iglesias ortodoxas, la belleza del mar Negro que baña sus costas. Es una pena, sin embargo que este tipo de información no incluya a la “gente”, su situación y su forma de vida, su idiosincrasia. Esta solo se puede conocer si viaja usted al país en cuestión, y no como turista, sino como visitante. En las siguientes líneas, apunto algunos retazos de la que no puede encontrar en ningún otro lugar, solamente en Bulgaria.
El búlgaro y el extranjero
Después de una semana en Sofía, si es usted tan despistado como yo, se seguirá perdiendo como el primer día. Olvídese del callejero. Pregunte a cualquier transeúnte, en ingles, francés o (porqué no) en español. No solo recibirá explicaciones: si hay alguna duda de su comprensión, le acompañaran hasta su punto de destino. Y esta situación no se da como una excepción, es una costumbre. Si muestra usted interés por el idioma, por la historia, la literatura, la situación actual del país, por cualquier cosa que el búlgaro considere suya, tenga en cuenta que la información vendrá acompañada de una estupenda “rakia” (el aguardiente del país, en mi opinión muy recomendable) y ensaladas típicas de la cocina nacional. La palabra “HOSPITALIDAD” ha de escribirse con mayúsculas en Bulgaria.
Ivan, Milena. El Gaitero
Bulgaria atraviesa una situación económica ya no difícil, extremadamente dura. Al pasear por las calles de Sofía, Plovdiv, Varna y otras grandes ciudades, podrá ver (como en el resto de los países de este planeta, por otra parte) mendigos pidiendo en sus aceras. Sin embargo, se encuentra aquí un tipo de indigentes que no se da en otros lugares. Ivan recoge vasos y ceniceros en el bar musical de la universidad. Edad indefinida y alcohólico pero no lo que se suele entender por una persona “sin hogar”. A cambio de su ayuda recibe algo de comida en el comedor y bebida en el bar. Sonríe, habla de vez en cuando y pide cigarros. No morirá de hambre o de frio este invierno: a cambio de pequeños trabajos recibirá una ayuda que le permitirá sobrevivir.
Milena ayuda también en el bar del cuarto piso de la universidad. Mirada vacía. Canturrea canciones búlgaras y, al oír una lengua extraña, pregunta cómo te sientes en su país. Conteste usted “bien” y ampliará su sonrisa.
El “Gaitero” de la plaza Alexander Nevski toca durante todo en día canciones populares de ritmo alegre. En un país donde la gente con trabajo apenas puede sobrevivir, siempre hay algo en su gorra. Y siempre puede usted sentarse en un banco y respirar Bulgaria a través de su música. Estos y otros casos se pueden ver aquí, pero no encontrará casi nunca niños pidiendo en las calles. La economía nacional al borde de la bancarrota, la comida es escasa para casi todos, pero el respeto a la infancia y a los ancianos es algo digno de admirar si lo comparas con otros países donde las condiciones de vida son infinitamente superiores.
Jóvenes, Juventud
Lo primero que llama la atención al establecer relación con la gente joven es sus increíbles ganas de aprender, su curiosidad por cualquier tema cultural, sea del ámbito que sea. Después, su capacidad para salir adelante. La mayoría de los jóvenes búlgaros estudian pero además trabajan. Unos dan clases particulares, los hay que tocan algún instrumento y dan pequeños conciertos en bares, otros reparten publicidad. En fin, como en cualquier otro país de Europa. La diferencia es que aquí se trabaja para ayudar en la economía familiar, además de para sustentar los pequeños gastos cotidianos de cualquier persona de su edad. Otra característica del joven búlgaro es su punto de reunión. Al contrario que en otros países de Europa, este punto suele ser una casa, donde se celebran los llamados “kupones”, que nos es otra cosa que una fiesta entre amigos, más o menos tranquila. Esto ya depende de la intención con la que se celebre dicha fiesta. Las reuniones en bares son cortas y se tiende siempre a volver a casa para continuar la noche. En general, sorprende la relativa paciencia y esperanza con que afrontan la situación que atraviesa su país, así como la alegría de vivir, las ganas de viajar y conocer. Pero, por encima de todo, su solidaridad entre ellos, su capacidad de ayuda y su generosidad. Todo ello mezclado con un cierto humor no tanto cínico como escéptico en su manera de afrontar la vida.
Gore y Dolu (más o menos)
Encuéntreme usted un país, donde cuando preguntas a alguien que tal está, no conteste “bien”. Este es uno de ellos, sino el único, donde la gente solo está “más o menos”. Claro que este es el único país, que yo conozca, donde el gesto para decir “sí” es justamente el que el resto del mundo utiliza para decir “no” y viceversa. ¿Espíritu de contradicción? ¿Costumbre inmemorial cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos? Nadie lo sabe, aunque aquí es un motivo de orgullo por lo que implica de manifestación de una idiosincrasia única. Solamente recuerde este hecho si ha de comprar algo o hace una pregunta cuya contestación puede ser ese gesto específico. El malentendido puede ser divertido o meterle en un lio descomunal. Curiosidades lingüísticas como estas se encuentran en la conversación cotidiana. Si pregunta cómo es en búlgaro la palabra “suerte” sabrá que no existe tal palabra de raíz eslava. Por esta razón se utiliza un préstamo del turco “kasmet”, ya que la palabra búlgara “sadba” tiene solamente un significado de destino. ¿No cree el búlgaro en la buena suerte o ha sido una perdida casual en el proceso de cambio de la lengua? De nuevo, nadie lo sabe.
Costumbres y Creencias
Una de las primeras particularidades que se encuentra el extranjero es la costumbre de beber antes de la comida. En Bulgaria es tradición reunirse a la mesa con una botella de “rakia” acompañada de diversas ensaladas para amortiguar el efecto de un licor que tiene, en el menor de los casos, cuarenta grados. Con la primera copa los asistentes exclaman “nazdrave” (salud) y conversan, en general, hasta terminar una botella y las ensaladas. Por cierto, no deje de probar esta exquisitez de la gastronomía búlgara. Entre las más típicas se encuentran la “Ijutenitsa”, “shopska” y “snezhanka”, que, junto con una buena “rakia”, le reconciliaran con el mundo. Mientras bebe, los contertulios le pondrán al día de las vicisitudes de sus vidas, siempre con un deje de ironía que comenzará a comprender perfectamente al tercer vaso. Otra de las costumbres aquí es recibir a la primavera con una fiesta. Esta se celebra el uno de Marzo. En este día, los amigos se intercambian “Martenitsas”, un juego de hilos blancos y rojos entrelazados que se colocan en la muñeca o en la camisa. Este intercambio es un deseo de salud y buena primavera, y su origen muy diversas versiones. La más famosa es la que cuenta, como cierto príncipe medieval encarcelado, envió a su amada un mensaje atado al cuello de una paloma. Pero el hilo estaba tan apretado que la paloma empezó a sangrar y lo tiño de rojo. Una segunda variante sería la de recibir el mes de Marzo con algún agasajo ya que el clima durante este mes en Bulgaria es increíblemente caprichoso. En la mitología búlgara Marzo se representa como una mujer (este es el único mes de género femenino en búlgaro) de humores cambiantes, que llora (llueve y nieva), ríe (sale el sol), o suspira (sopla el viento). Por esto hay que esperar su llegada con algún tipo de regalo y, según el código de colores, el rojo trae consigo salud y suerte, y el blanco longevidad. Pero realmente las Martenitsas a la “abuela Marta” y el clima durante este mes es siempre inesperado y cambiante. ¿Qué más decir de particulares creencias y supersticiones? Oh, sí. No deje usted nunca una mochila o bolso en el suelo. Esto le traerá pobreza para siempre.
Pequeños paraísos
Aún intentando evitar, como dije al principio, hacer una guía turística al uso, no puedo dejar de mencionar ciertos lugares (ciudades y monumentos, pero también teatros y bares) que sería un crimen no conocer. Pasaré por alto, confiando en que ha hecho usted caso de mi consejo y ha ojeado una guía convencional, los lugares más conocidos, aunque le aconsejaré, en algunos, los mejores días de visita. Por ejemplo debe conocer la catedral Alexander Nevski (en Sofía) un sábado. Este es el día en que se celebra el rito ortodoxo y el coro de la catedral canta la ceremonia. Imposible de describir con palabras. Los teatros solamente podrán verlos por fuera (el problema del idioma) pero aún así merece la pena.
Después de un paseo por Sofía, hágame caso y tómese una estupenda cerveza búlgara en el Café Jazz. Después de aquí dejo su ruta a su libre elección. La segunda ciudad del país, Plovdiv, es famosa por su teatro romano. Yo sólo les contaré que lo más bello que hay en esta ciudad son sus calles. Piérdase en la “ciudad vieja” y simplemente callejee. Encontrará casas de una antigüedad y belleza incomparables. Ya en la costa, son famosas las ciudades de Varna, Sasopol y Burgas, pero, si no quieren ser turistas convencionales, visiten los pequeños pueblos. También se enamorarán de Balchik y su castillo medieval. Para terminar con este apartado, lugares obligados son el monasterio de Rila y un pueblo, Kaprivtsishta, patrimonios de la humanidad. Pero nunca en domingo. Otro pueblo, de atmósfera turca y belleza increíble es Bozhentsi. Esta vez, nunca en invierno, pues se arriesga a que su visita sea más larga de lo que había planeado, por la nieve y el hielo. Aunque he de decir que yo visitaré, de nuevo, Bozhentsi en invierno, esperando que esta vez “tenga” que permanecer allí algunos días más que los acordados.
Bulgaria y el Mundo
Pequeño país balcánico desconocido para la mayoría de los mortales, Bulgaria es realmente un país a descubrir, pero también a construir. Es una pena que el mundo vuelva la vista para no darse cuenta de los terribles problemas que están sufriendo ciertos países de esta zona de Europa. Acosados por una deuda exterior escandalosa y agobiados por la carrera obligada hacia “Europa” descuidan, o simplemente se ven en la imposibilidad de conservar, lo que en un futuro haría disfrutar a miles de personas, empezando por sus propios habitantes. Y el tiempo pasa y lo que no se hace hoy, posiblemente será imposible de realizar mañana.
En fin
Detalles, datos y cosas, que no pueden hacer ver lo que ven unos ojos. Mejor, pasen y vean.
Laly, en Bulgaria. 1998