Doble rasero

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Ciertos músicos son juzgados y condenados a pasar una temporada en prisión por manifestar opiniones consideradas por la Audiencia Nacional como “apología del terrorismo”.

Aún completamente en desacuerdo con sus palabras y no entrando en profundidad si merecen una pena de cárcel por ello, bien estaría que con la misma firmeza se juzgase las palabras de otros personajes que pululan por las redacciones de los periódicos y los platos televisivos.

Hay un personaje en concreto, el periodista y abogado Francisco Marluenga, que el Domingo 24 de enero realizo las siguientes declaraciones en el programa de la sexta “Liarla pardo” al respecto de la vacunación de los altos cargos: “somos un país absurdo, porque en otros países los primeros en recibir a dosis son los presidentes y cargos públicos importantes. Como somos así de anormales en lugar de vacunar primero al rey y al presidente del Gobierno». También defiende que «todos los ministros se han de vacunar. Es de sentido común». Para a continuación (esto no aparece en el programa online, típico de la sexta, progres para lo que quieren) decir que “si mañana mueren 1.000 ancianos, que se le va a hacer”.

Prácticamente, ese mismo día, en su cuenta de twitter soltó lo siguiente: “Jubilación: el coronavirus resta 100.000 personas al sistema de la seguridad social”.  Solo le falto poner un emoticón con una cara descojonándose.

Para conocer a este personaje solo hay que tirar un poco de wikipedia, enciclopedia que siempre ha criticado con insistencia, al igual que a los muchos blogs que pululan por la red.

En 1997 fue acusado de defender a Javier de la Rosa desde las páginas del diario ABC. ​ En octubre de 1999 vendió un fondo documental de la empresa Estrategias, Asesoramiento y Comunicación, SL de la cual supuestamente era titular, al Instituto Ramón Carande, de la Universidad Rey Juan Carlos, dependiente del Departamento de Educación Comunidad de Madrid por 18,5 millones de pesetas, llegando a cobrar del mismo centro por otros conceptos hasta 32 millones de pesetas entre 1999 y 2000, hecho que fue denunciado por el PSOE de Madrid en abril de 2001 por incumplimiento de la Ley de Incompatibilidades.​ Poco después dejó la política y fue nombrado director en Cataluña del diario La Razón. En 2008 fue nombrado director a nivel nacional.

Entre 2002 y 2006 fue miembro del consejo de administración de Eurobank, entidad que quebró en 2002 y fue intervenida por el Banco de España,14​ al mismo tiempo que su antiguo presidente, Eduardo Pascual Arxé, era detenido en marzo de 2013 bajo la acusación de apropiación indebida y estafa por orden de la jueza Mercedes Alaya. Aún imputado en este sumario por presunta corrupción, queda a la espera de juicio que actualmente instruye el titular del enjuiciado número 5 de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz. ​De este caso fue finalmente desimputado: por lo visto “el presunto cerebro de la operación era Eduardo Pascual Arxé”. Paco, con extrema habilidad y sus contactos supo mantenerse al margen.

En mayo de 2014 fue imputado por haber publicado La Razón las fotos del DNI de veintidós jueces catalanes que firmaron un manifiesto a favor de una consulta sobre la independencia de Cataluña. ​

El 19 de abril del 2017 fue nuevamente investigado en relación a la Operación Lezo por supuestos delitos de coacción, intimidación y pertenencia a organización criminal.​ Una semana después fue desimputado de tales hechos. ​

Entenderá el lector ahora porque no le hace ninguna gracias este medio, ni ningún otro que no sea el que él mismo dirige, La Razón. Si es para cobrar y meter cizaña, ya tiene los programas de tertulianos.

Otra también interesante fue  la de “cobrar por presuntas asesorías al Colegio de Graduados Sociales de Barcelona entre los años 1996 y 2001. Casi 500.000 pesetas al mes, sin facturas de por medio. Lamentablemente no se pudo investigar porque los hechos habían prescrito, según reconoció la auditora AR Servicios de Auditoría”.

En todo caso, si alguien quiere conocer más su polémica biografía pública, puede consultarla aquí.

No vamos a ser nosotros los que entremos a valorar su biografía pero si a mostrar un absoluto rechazo a sus declaraciones sobre nuestros mayores, por los que este “charlatán” parece no tener respeto ninguno. Las manifestaciones que realizó en la sexta son de “juzgado de guardia”.

Una democracia que se considera madura no puede permitirse que este tipo de personajes hagan este tipo de declaraciones en programas televisivos sin recibir por ello el mismo trato que hace la justicia con otros casos. Son palabras deplorables que no muestran ningún tipo de empatía con las personas fallecidas por culpa del covid, que deben de indignar a los familiares y personas queridas de nuestros abuelos y abuelas.

Una vez más, este bufón de la derecha más rancia, insulta a los verdaderos constructores de la democracia de nuestro país: esos mayores que sufrieron con estoicismo la dictadura, lucharon por tener una transición para crear una democracia para todos, y que ahora, cuando más solos y desamparados están, personajes con esta catadura se atrevan a ningunearlos poniendo por encima a políticos y altos cargos militares, que pocas veces salen de su despacho y que tienen todos los medios médicos a su disposición.

Al señor Marluenga habría que recordarle que muchos de nuestros mayores murieron por no tener respiradores disponibles con los que si contaban muchas clínicas privadas. También habría que recordarle la pasta que se van a llevar los hospitales privados por tratar a pacientes de covid derivados de la sanidad pública por falta de medios a causa de la política sanitaria de su admirado Rajoy.

La mejor forma de definir a personas de este tipo se encuentra dentro del ámbito de la falta total de inteligencia emocional. En el caso que tratamos se dan circunstancias muy propias de este comportamiento:

Preocuparse por ti. No te prestan atención, o porque están centrados en sí, o porque no les importa lo que te sucede.

Sensibilizarse. Aunque les cuentes lo que piensas y sientes no muestran interés en percibir y comprender lo que te sucede.

Confiar. Al no percibir lo que pensamos y sentimos, los carentes de empatía no se sienten seguros de esperar algo de nosotros.

Creer en los sentimientos de los demás. Las personas desinteresadas en los demás dudan de nuestras emociones. Por ello, se muestran fríos ante las mismas.

Tener compasión. No sienten un impulso por aliviar el dolor o el sufrimiento de otros seres.

Estas circunstancias son las mismas para los que enaltecen el terrorismo como para los que les importan un bledo la muerte de nuestros mayores. Sin embargo unos son juzgados por ello y los otros son reenumerados por hacer manifestaciones deplorables en medios de comunicación, e inclusive dirigen hasta su propio periódico.

Para reflexionar.