Otra indecencia más: el vacunaturismo vip

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Llevo toda la tarde reflexionando si no sería mejor que este virus que nos está azotando  tuviese mucha más virulencia y nos borrara a todos los humanos de la faz de la tierra. Este pensamiento es mucho más duro si tienes hijos. Eso te hace abrir los ojos y calmarte.  

En realidad todos sabíamos que esto iba a suceder, los buenos sentimientos no tienen cabida  en tiempos oscuros. Esa ligereza y capacidad de asumir cualquier tipo de indecencia se funde perfectamente con los valores que imperan actualmente en nuestra sociedad.

Según informan los medios, ha surgido un nuevo tipo de turismo en tiempos de pandemia. Se trata de vacunarse antes que nadie sin pertenecer a grupo de riesgo, ni ser sanitario, ni siquiera un concejal cualquiera de un pueblo perdido de la meseta. Tampoco es necesario que lleves una túnica o unas estrellas en la hombrera. Se acabo lo de trincar vacunas. Ahora lo que cuenta es tener una buena suma en el banco y el suficiente morro para participar en el vacunaturismo vip.

Ya sabemos que el dinero no da la felicidad. ¡Qué va! Ahora lo que da es la posibilidad que ciertas elites se dirijan a destinos turísticos como Miami, Dubái, India –sí, India, el país de los 400 millones de personas en extrema pobreza- con el todo incluido. Los ricos de todo el mundo han empezado a hacer las maletas apresuradamente y se dirigen en estos momentos, previo pago de 50.000 euros, a lujosos hoteles donde les esperan las ansiadas dosis de inmunidad. Durante tres semanas disfrutaran del lujo de los Emiratos Árabes o las playas de Miami.    

Esto de que a estas elites las vacunen antes que a los que de verdad lo necesitan les parecerá indecente, eso espero. Sin embargo, para los organizadores de estos viajes, es algo muy ético, ya que no se trata de ser rico, sino que además hay que tener más de 65 años, de jetas nada.

Es de suponer que alguno de estos potentados se encuentre en su viaje con un viejo conocido de nuestro país. Es más, posiblemente lo verán pasear por las cálidas playas del emirato apoyado sobre los fornidos hombros de sus guardaespaldas, con la tez morena y su cuerpo inmunizado ante cualquier virus. Mientras tanto, en España, los coches fúnebres no paran de repostar combustible y de pasear ancianos – sus cadáveres-  a las morgues.

En cualquier caso, nos han dejado, eso sí, la posibilidad de creernos que todos los hombres somos iguales y hermanos. Ya saben, el liberalismo hegemónico y sus consecuencias. Somos así de pendejos.