Tranquilidad y seguridad para el ciudadano

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Uno de los logros del proceso de deshumanización del mundo del mañana es el poder de control de la información por parte de muchos de los agentes económicos que van a sacar tajada de la pandemia.

¿Uno puede imaginarse entrar en un bar y que sea un robot el que te sirva una caña? ¿Es esto lo que deseamos? ¿Por qué los medios de comunicación tratan este tema de manera tan interesada? ¿Cuáles son los objetivos de la propaganda manipulada desde los despachos del poder?

El miedo no es nuevo pero parece más real que nunca. Bajo la premisa de la innovación y la seguridad nos van a imponer un trabajo donde las personas se están reemplazando por máquinas, robots o algoritmos, que hacen algo más eficientemente y no crean nada nuevo, simplemente reemplazan la unidad básica de trabajo. Continuamente nos bombardean con palabras como reinventarse, teletrabajo, innovación, etc.…

Lo que el consumidor desconoce es lo que los poderes facticos definen como “trasformación  y mayor productividad”. El objetivo no es más que una vuelta de tuerca en el control social y económico del funcionamiento del sistema. Esto ya no se trata de crear una estructura social a favor de los ciudadanos y trabajadores. La decadencia moral que está produciendo esta crisis no pasa inadvertida para nadie. El experimento social, del que ya hemos hablado en más de una ocasión, tiene su epicentro en los medios de comunicación y en las grandes empresas interesadas en el camino evolutivo que, poco a poco, tratan de imponer bajo la premisa de conservar el orden económico a consta de coartar la decisión de elegir de todos nosotros.

Los cambios erráticos en la estructura del poder y del funcionamiento del sistema de trabajo pueden tener sus fluctuaciones peligrosas. Una cosa está clara: imponer saltos impetuosos en el comportamiento humano tienden a desestabilizar el sistema mismo. Muchos de nosotros cerramos nuestro puño para no embestir con toda la rabia que llevamos dentro, rabia producida por la tremenda manipulación que estamos sufriendo sobre nuestras vidas.

Lo que queda, lo realmente importante, es prepararse para la nueva era de la inestabilidad. Y la mejor manera de hacerlo es imponiendo nuestra libertad individual y capacidad de decisión.

Está en nuestras manos desenchufar la TV, poner el móvil en silencio, hacer tus compras al vecino, cenar en un restaurante donde te sirva un humano, tomarte unas copas con los amigos delante de un camarero, no utilizar sistemas de explotación como Uber o Glovo – por ejemplo- , darte de baja en Amazon o similares – por ejemplo bis – , leer, escuchar música sin algoritmos, no contratar seguros de sanidad privada, renegar del teletrabajo, consumir responsablemente, ignorar las redes sociales, preocuparte por tus vecinos, huir de lugares donde te monitoricen con scanner o cámaras, acudir a sitios donde te traten como una persona, optar por soluciones reflexivas dentro del mercado laboral, arrimar el hombro y no esconderse en el caparazón del hogar hiperconectado, evitar la información manipulada y computarizada, aislar los extremismos ideológicos y religiosos, escuchar al que tienes a tu lado con empatía, crear un entorno agradable para personas dependientes, socializarse para no autodestruirse, dormir sin utilizar medicamentos, pararse un momento a ver la vida pasar sin esperar nada a cambio, aprender a aburrirse, reinventar las ciudades inhabitables, reconquistar la ética y sobreponerla a la economía, no sentirse culpable por no hacer nada, respirar con calma, ser ordinarios con problemas comunes, dejar de ser unos aristócratas del presupuesto público, evitar que nos manipulen, sustituir la crueldad por la humanidad, no pasar de todo e implicarse, ser inconformista, poner en duda los valores establecidos, evitar la insaciabilidad, evitar el cinismo, dar paso a iniciativas individuales sin ánimo de lucro, aplicarse todo esto a uno mismo. Solamente con hacer lo primero ya tendríamos mucho ganado, dormiríamos mejor. Creo que no hay mayor acto subversivo y fructífero que darles el apagón.

Desposeer a la personas de su dignidad es quitarle sus derechos, lo más inteligente que hemos creado a lo largo de nuestra existencia. El reto es inculcar sentimientos que nos hagan ser más felices, no maquinas que sustituyan nuestra inteligencia y libre albedrio. Cuando un sistema pierde los elementos que lo legitiman hay que luchar por cambiarlo. No debemos ser meros espectadores.

De lo contrario, cuando nos tengan a todos atados de pies y manos, no podremos decir que “no sabíamos”.