«El alma trasversal»
Existe el momento
del rescate del cuerpo,
el momento en el que se encuentra
quien lucha por el encuentro.
Un pájaro aletea miradas
desde el instante sin ver, sin sentir
los bordes divisorios entre las aguas.
El dolor que no se puede contener
habla, cuenta de este mar que fue
un barco que se hundía,
que lanzaba geografías, ovillándose
en la abismada «pulcritud»
de cuerpos mutilados.
En ese infierno olvidado,
en esa tierra
donde no existían madres felices
bendiciendo a sus hijos,
vives todavía tú
en un cuerpo asesinado, lanzado
a la calle un 16 de septiembre.
La historia sin membre
esconde el cuerpo sin sepultura.
Gira la tierra entre dos crepúsculos
y tu alma pura
reside el país del arrepentimiento
de los que se hunden sin país.
En este país donde las madres
se volvieron figuras pequeñas para los hijos,
entre los nombres de los desaparecidos,
duele en la tierra tu nombre.
Sobre el fantasma de lo que fue
se entonan silencios
rotos del sueño país.
La silenciosa muerte se abre
y en la memoria de la fatalidad
no cura la humanidad
que vuelve a palpar
la prolongación de los huesos
que hace sus ingresos
al polvo que olvida.
Se olvida, todo se olvida,
pero no se puede olvidar
lo que todavía duele
y duele el nombre: Víctor Jara,
que en el pasado se declara
por el amor y la libertad,
duele la voz del hombre que dictó,
a ciegas, tumultos de esperanzas,
con el coraje que se arroja al vacío
desde un balcón de odio.
Duele la historia, que en este episodio
vive de nuevo los horrores
desatados por el genocidio y la tortura.
Pocos recuerdan que tu canto era la cura,
el canto común de la espera,
un sueño del que se regresa
con la sangre en la cara
y la sonrisa en los ojos
que desarma la muerte.
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Gritando por la paz y probar suerte,
Víctor Jara se convierte
en náufrago de un mar de muerte,
héroe que levanta su estructura.
En la sangre de su alma pura
una bandiera de ideales se iza
y revelándose a todas las torturas
muere con una sonrisa .