Aquitania, Eva García Sáenz de Urturi

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Como cada 15 de octubre se falló el premio Planeta. En esta última edición la ganadora fue Eva García Sáenz de Urturi por su novela Aquitania. Tras el éxito de la Trilogía de la Ciudad Blanca, la autora deja al lector una magnífica novela de ficción histórica basada en la figura de Eleanor de Aquitania -también denominada Leonor de Aquitania-.

El libro, lejos de querer tener un carácter biográfico sobre la que se convirtió en reina de Francia y de Inglaterra, merece un anuncio previo aclarando que toma prestados personajes históricos para novelarlos, de ahí la advertencia por si hubiera algún lector que buscara rigor ensayístico. Se podría añadir además que, por el buen transcurso de la novela ficticia, se permite jugar con las fechas y los acontecimientos. Creo que esta es una buena clave para comenzar a leerlo: su toma como un entretenimiento ilustrado, enriquecedor, con el toque thriller para su disfrute y un despliegue de diversas tramas que de forma empática te puede atrapar gracias también a la escenografía del Medievo que a su autora le llevó dos años de documentación y más de 140 libros (incluyendo hasta recopilatorios de recetas aquitanas) según contó a los medios.

Un juego de tronos histórico

Quien se adentra en la obra, va a tener la sensación de vivenciar una serie de masas porque en ella están los ingredientes de la de buenos guiones cinematográficos como sucesiones en los reinos, herencias, linajes y sobre todo, una encarecida lucha de poderes entre personas de una singularidad histórica con rencores y venganzas incluidas. El territorio en sí mismo es pieza fundamental. Aquitania era la región más rica del continente. Extensa, estratégica, de suelo fértil, de buen comercio y con una ventajosa climatología que daba carácter cultural diferenciador además de un pasado muy particular con su lengua occitana vernácula culta por su literatura y uso que dignificó las lenguas romances en Europa. Siempre pretendida por todos los monarcas adyacentes y distantes. No resulta extraño el título de la obra por lo tanto.

Entre los pretendientes de este anhelado ducado se encontraba la dinastía de los Capetos cuyas flores de lis de oro en su heráldica pueden resultar familiares al ser los Borbones descendientes de su fundador: Hugo Capeto, coronado rey de los francos cientos de años antes, en el 987. Reinaban en una Francia que en nada tiene que ver con la actual. Era la llamada Isla de Francia, con epicentro en París. Limitada por un lado por el poderoso ducado de Normandía -Godofredo V el Bello y su hijo Enrique II- y por el este por Teobaldo II de Champaña apodado el Grande. Los terriorios de los Capetos son descritos como limitados en poder, pobres en beneficios y sus gobernantes codiciando fortunas. Ellos mismos se veían como los reyes más pobres del continente y por fin les iba a llegar la ocasión de acaparar el territorio más productivo por un matrimonio convenido entre Luy y Eleanor.

Eleanor

Leonor de Aquitania como personaje central. Si ya ha tenido repercusión cinematográfica y literaria es sin duda por su excepcionalidad.  Sobre esta mujer cayó el peso de una grandísima responsabilidad al depender de ella el futuro del ducado, heredado cuando muere su padre Guillermo X de Poitiers en extrañas circunstancias en una peregrinación a Compostela. Esto se traduce en el miedo a la desaparición de todo lo logrado por sus generaciones anteriores, en hacer lo posible por mantener la singularidad y la autonomía de esta región; a que no fuese subyugada a los caprichos de las decisiones en la corte de París, que mantuviera su poder y su brillo frente a los que querían repartirse el pastel. Con el temor además, de todas las vidas que se podrían pagar si los acontecimientos derivaban en guerras. 

Con solo trece años, Leonor se convierte en duquesa de Aquitania e inicia las pesquisas sobre la muerte de su padre. Además, debido a otros designios previos en su vida, forja unos planes de venganza hacia la que considera una dinastía deshonesta y que ha conseguido, mediante un matrimonio concertado con el príncipe franco Luy, acaparar su territorio. Ducado que ella ama y sabe de su gran valor. Amor además por sus antepasados y familiares, con una voluntad de desagravio hacia los Capetos por un episodio durísimo que le hicieron pasar.

Su gran personalidad dejará impronta en la corte francesa y en la historia. Dejará claro que ella estuvo muy bien educada desde su niñez, no solo para gobernar, sino también en las bellas artes al ser descendiente ni más ni menos que de Guillermo IX el Trovador.  Con ella llegarán para establecerse en ese gris parisino el gusto aquitano por los trovadores, otros vestidos, otros peinados… como una tendencer de la época. Todo ello sin duda impresionará desde sus inicios a su marido, el rey de Francia: Luy VII.

Luy

Luis VII -denominado Luy por la autora durante la novela-. Rey atípico que no encaja con el cliché que la historia le tenía reservado: ser un hombre duro en sus acciones al ser descendiente de un inclemente Luis VI, llamado el Batallador. Otro gran protagonista de la obra porque inesperadamente le toca hacerse con la función de reinar contra su voluntad pues solo tenía vocación por su carrera eclesiástica para la que había sido preparado al ser el segundo en el orden dinástico.

(…) un hombre destrozado que nunca quiso su corona. Y la corona de la que perjuraba le había negado lo único que ansiaba: su paso al cielo cuando muriera.

Ya podrán imaginarse el choque, cual justa medieval, entre unas personalidades como la de Leonor y la de Luis. Sin embargo, la novela está llena de giros sorprendentes y no resultará raro encontrar a alguien arrollado habiendo pretendido arrollar en primer lugar. He aquí el salseo entre las páginas que da mucho gusto entre subidas y bajadas, entre gestos grandilocuentes y curas de humildad, entre lo deseado y la bofetada de realidad.

Sea ella o sea Luy, sí que está claro que la autora logra que empaticemos con cada uno a medida que se avanza en el desarrollo. Para este efecto, ayuda mucho el que los personajes hablan en primera persona. Esto no tiene por qué generar confusión ya que al principio de cada capítulo se deja claro quién habla, si bien en varios momentos se va a jugar con el desconocimiento en la identidad de algunos personajes. Todo ello va a otorgar una recreación narrativa mejorada gracias a esa diversidad y al halo de misterio.

Homenaje a Umberto Eco

El lector no va a encontrar un exhaustivo detallismo descriptivo sobre la época medieval como el que se puede encontrar en otros escritores pero en muchas fases del libro se puede disfrutar de aquellos modus vivendi  y puede gustar dejar apartado la progresión de la novela para buscar en internet las referencias a aquellos utensilios y elementos, ya en vitrinas de museos, que en novelas como esta adquieren vida de nuevo.  La misma autora llega a decir en una entrevista que quería homenajear a Umberto Eco pero sin querer desvelar ese trasfondo para no arruinar la obra a quien no ha iniciado su lectura.

Sin duda el poso que nos deja lo leído será para muchas y muchos, una vez más, su utilidad de espejo vital. Tan real como cada singularidad de nuestras vidas. Que en ocasiones creemos que estamos predestinados hacia algo, como lo pensaba Eleanor, y nos damos cuenta de lo absurdo que ha sido pensarlo porque la vida te va deparando sorpresas, te va llevando por derroteros de los que en ocasiones solo quieres sobrevivir y te conformas. Que todo es incierto y que lo probable siempre es de una fragilidad enorme inherente a cualquier acontecimiento como aquel resultado de una batalla que parecía que iba a ser aplastante. Que en ocasiones no tienes la capacidad de tomar decisiones por ti como cuando eres una reina sin derecho a hablar, una mera espectadora, como paridora de un heredero y de repente alguien te concede un papel esencial… y así tantos y tantos símiles que van surgiendo que bien podemos  extrapolar a nuestras sencillas vidas, aquellas que posiblemente envidian los monarcas de nuestra historia. Lo decían mis profesores de esta asignatura en el instituto: Pepa -quien me regaló, además de sus lecciones, mi primer libro de Tuñón de Lara- y Juanma –quien me regaló un prisma diferente-: la historia no la hacen los grandes nombres, la hacemos nosotros con nuestras vidas.

Tus enemigos del mañana se contarán entre los aliados de hoy. No los avitualles con tus secretos, tus confesiones y tus debilidades. Son las armas que usarán contra ti. Que crean que te atacan con su peor ofensiva, pero tú estarás intacta tras los muros de tu alcázar interior. Nunca lo olvides. En toda guerra, en última instancia, siempre estamos solos. (…) A veces la guerra no es ganar, la guerra es resistir.

Alejandro Lázaro Almorox, hijo de Gisela.

¿Sabías que…
Leonor de
Aquitania fue la
madre de Ricardo
Corazón de León?
Para tu
investigación:

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